La influencia de la Luna sobre la Tierra es un hecho indiscutible. Su fuerza gravitatoria regula el vaivén de las mareas y marca ritmos que, desde hace milenios, los humanos hemos observado. Sin embargo, la cuestión de si ese mismo influjo afecta también a los organismos vivos —y en particular al ser humano— sigue siendo motivo de debate científico.
Un reciente estudio liderado por la Universidad de Würzburg (Julius-Maximilians-Universität, JMU) y publicado en la revista Science Advances reabre la discusión con una conclusión realmente novedosa: la sincronización del organismo humano con los ciclos lunares se ha visto reducida de forma significativa desde la introducción masiva de la iluminación LED y el creciente uso de teléfonos móviles y pantallas electrónicas. La investigación aborda un aspecto especialmente sensible al analizar la relación entre el ciclo menstrual femenino y las fases de la Luna, así como el modo en que las nuevas fuentes de luz artificial podrían estar debilitando esa antigua conexión natural.

De los ritmos circadianos a los ritmos lunares
La cronobiología —la ciencia que estudia los ritmos biológicos— está bien familiarizada con los ritmos circadianos, regulados principalmente por la luz solar y de aproximadamente 24 horas de duración. Estos ritmos gobiernan procesos fisiológicos tan esenciales como el sueño, la actividad hormonal o la temperatura corporal.
En el mundo marino, además de los relojes circadianos, existen relojes lunares o circalunares. Numerosos organismos sincronizan su reproducción con una fase concreta de la Luna para maximizar sus posibilidades de éxito. Los corales, por ejemplo, liberan simultáneamente sus gametos durante noches específicas del mes lunar, un fenómeno que ha sido ampliamente documentado.
¿Podría algo similar existir en los humanos? La coincidencia temporal es sugestiva: el ciclo menstrual femenino, con una media de 29,5 días, tiene prácticamente la misma duración que el ciclo lunar. Desde hace décadas se han descrito observaciones anecdóticas de sincronización entre ambos, pero la evidencia científica había sido fragmentaria y, en muchos casos, contradictoria.

Comparando años de registros
El equipo de la cronobióloga Charlotte Förster, profesora emérita de Neurobiología y Genética en la JMU, decidió abordar la cuestión de manera cuantitativa. Para ello, analizaron registros menstruales de mujeres durante los últimos 50 años.
El hallazgo fue revelador: “Los resultados mostraron que los ciclos menstruales de las mujeres cuyos registros se hicieron antes de la introducción de diodos emisores de luz en 2010 y el uso generalizado de teléfonos inteligentes se sincronizaron significativamente con el ciclo de la luna llena y nueva. Después de 2010, los ciclos se sincronizaron en su mayoría solo en enero, cuando las fuerzas gravitacionales entre la luna, el sol y la Tierra están en su punto más alto”, detalla Föster.
La conclusión para los investigadores fue clara: “el acoplamiento del reloj lunar al ciclo lunar en los humanos se ve afectado por el aumento de la iluminación nocturna de la luz artificial”.

El papel disruptivo de la luz artificial
Los resultados del equipo de Würzburg sugieren que los humanos no solo responden a la luz de la Luna, sino también a sus ciclos gravitacionales. Sin embargo, la exposición creciente a la luz artificial nocturna interfiere en esa relación y debilita la sincronía entre el ciclo menstrual y el lunar. Según explica Charlotte Förster, esta iluminación no sólo enmascara las fases de la Luna, sino que también tiende a acortar la duración del ciclo menstrual, lo que reduce aún más la probabilidad de acoplamiento.
La clave está en el espectro de la luz. A diferencia de lámparas incandescentes o de gas, los LED emiten con mayor intensidad y presentan un alto contenido de luz azul, especialmente efectiva sobre los fotorreceptores oculares, lo que amplifica su impacto biológico. Esta es la razón por la que la luz procedente de LED, pantallas y smartphones resulta mucho más disruptiva que las fuentes anteriores.
Los investigadores advierten que, aunque la correlación entre ambos fenómenos está clara, no puede hablarse todavía de una relación causal directa. En cualquier caso, el hallazgo tiene implicaciones relevantes: la duración del ciclo podría ser un marcador ligado a la edad y a la fertilidad femenina, con posibles aplicaciones tanto en el estudio de la fisiología humana como en estrategias de anticoncepción.

Puede acceder al paper completo de la investigación a través del siguiente enlace:
https://www.science.org/doi/10.1126/sciadv.adw4096
| Fuente de imágenes: Unsplash*.
*Imágenes de apoyo procedentes de bancos de recursos gráficos que no pertenecen a la investigación |

