En un reciente estudio del Instituto Neerlandés de Neurociencia, se ha arrojado luz sobre un fenómeno fascinante: cómo la luz parpadeante (flickering light) puede inducir alucinaciones en el cerebro humano, generando lo que se conocen como ‘ondas estacionarias’ de actividad cerebral.
La relación entre la luz intermitente y las alucinaciones no es un descubrimiento reciente. Ya en 1819, el neurocientífico Jan Purkinje observó que los destellos de luz intensa y completa podrían hacer que el cerebro percibiese patrones geométricos e imágenes espontáneamente. Asimismo, el interés por estas experiencias inducidas por la luz no se limitó al ámbito científico. Durante los años 60, miembros de la generación Beat, buscando experiencias que alteraran la mente, fabricaron sus propios estroboscopios para inducir alucinaciones vivas sin el uso de drogas.
Está claro que tanto los científicos como los artistas estaban fascinados por cómo la luz estroboscópica crea imágenes vívidas que no están ahí. Pero, ¿cuál es el mecanismo detrás de las alucinaciones inducidas por el parpadeo?
Ondas estacionarias de actividad neuronal
El estudio liderado por Rasa Gulbinaite ha aportado evidencia científica sobre una hipótesis matemática previa: que los patrones alucinatorios podrían ser ondas estacionarias de actividad neural en el córtex visual.
Debido al cableado específico de nuestro sistema visual, la dirección de estos patrones de rayas determinaría lo que se percibe: un molinillo, una diana o una espiral giratoria. Además, existen distintos tipos de ondas: las ondas viajeras y las ondas estacionarias. Las ondas viajeras aparecen como ondas que se extienden desde una gota de lluvia en un estanque quieto, mientras que las ondas estacionarias se producen cuando dos personas agitan una cuerda de saltar en ambos extremos de forma sincronizada. Esto crea un patrón de ondas que se mueven hacia arriba y hacia abajo. Pero, ¿hay pruebas de que puedan formarse ondas estacionarias en nuestro cerebro?
Para investigar esto, el equipo de Gulbinaite realizó experimentos en ratones cuyos cerebros facilitaban el mapeo de actividad en la superficie cerebral. Estos ratones, modificados genéticamente para tener neuronas que fluorescen bajo actividad, fueron expuestos a luces parpadeantes. Usando cámaras de alta velocidad, los investigadores pudieron observar cómo se formaban patrones de ondas estacionarias en el córtex visual.
“Cuando estimulamos una ubicación específica en el campo visual, esperamos ver actividad en el área correspondiente de la corteza visual que representa esta ubicación. Esto es precisamente lo que observamos. Sin embargo, también notamos ondas de actividad neuronal que se propagaron a través de la corteza visual, originadas en el punto estimulado. Estas olas se parecían a las ondas creadas por una gota de lluvia que caía en un estanque. Cuando las gotas de lluvia caen a intervalos regulares, sus ondas se extienden, rebotan en las orillas, interfieren entre sí y pueden crear patrones similares a las olas estacionarias. Algunas partes de la superficie del estanque todavía aparecen, mientras que otras oscilan con la máxima amplitud. Esto es exactamente lo que ocurrió a frecuencias de luz estroboscópica más altas en nuestro experimento. Las olas viajeras se transformaron en ondas estacionarias, con algunas regiones de la corteza visual volviéndose más activas y otras menos activas”, explica Gulbinaite.
Estos hallazgos probarían la hipótesis de que la luz parpadeante puede causar ondas estacionarias en la corteza visual, ofreciendo una explicación sobre cómo se forman las alucinaciones visuales inducidas por la luz en el cerebro humano. Si bien los ratones no pueden reportar experiencias alucinatorias, los patrones observados en su actividad cerebral sugieren mecanismos similares en humanos. Futuras investigaciones podrían explorar cómo estas ondas afectan la percepción y si podrían replicarse o manipularse para tratar desórdenes perceptuales o neurológicos.
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