En un extenso estudio que analizó más de 13 millones de horas de datos lumínicos, recogidos a través de sensores de luz usados por 89.000 individuos ha revelado una correlación preocupante: la exposición a entornos nocturnos iluminados y días con baja luz solar se asocia con un incremento en el riesgo de mortalidad.
Los hallazgos del estudio, divulgados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), indican que las personas expuestas a altos niveles de luz por la noche experimentaron un incremento del 21 al 34% en el riesgo de mortalidad. Por contraparte, aquellos sujetos que estuvieron expuestos a altos niveles de luz del día observaron una disminución en su riesgo de muerte de entre el 17 y el 34%.
“La exposición a noches con más luz y días más oscuros puede interrumpir nuestros ritmos circadianos, una interrupción que se sabe que conduce a varios problemas de salud, como diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, problemas de salud mental y aumentar el riesgo de muerte”, explica el autor principal del estudio y experto en sueño, el profesor Sean Cain de la Universidad de Flinders.
Metodología de la investigación
Los investigadores de FHMRI Sleep Health analizaron cómo la exposición personal a la luz influye en el riesgo de mortalidad, tanto general como cardiometabólica, en un grupo de 89.000 participantes del Biobank del Reino Unido, con edades comprendidas entre los 40 y 69 años. Utilizando sensores de muñeca para recoger datos durante una semana, el estudio monitoreó la mortalidad de los sujetos a través del Servicio Nacional de Salud durante un período de seguimiento de alrededor de ocho años.
Por su parte, la duración del sueño, la eficiencia del sueño y el sueño intermedio se estimaron a partir de datos de movimiento, mientras que la mortalidad cardiometabólica se definió como cualquier causa de muerte correspondiente a enfermedades del sistema circulatorio, o enfermedades endocrinas y metabólicas.
Resultados obtenidos
Después de analizar los más de 13 millones de horas de datos de exposición a la luz, los resultados muestran que quienes estuvieron expuestos a noches más iluminadas y días más oscuros enfrentaron un mayor riesgo tanto de mortalidad general como de causas cardiometabólicas específicas.
El análisis del impacto de la luz en el sistema circadiano reveló que tanto la supresión de la amplitud circadiana como el desplazamiento de la fase circadiana estaban vinculados a un aumento en la mortalidad por todas las causas y cardiometabólica, lo que es consistente con los efectos biológicos conocidos de la exposición a la luz en el reloj circadiano.
Se encontró una relación dosis-dependiente entre la exposición a la luz y el riesgo de mortalidad. En comparación con aquellos con baja exposición a la luz nocturna (percentiles hasta el 50), las personas en los percentiles más altos de exposición nocturna mostraron un incremento del 15 al 34% en el riesgo de mortalidad por todas las causas. En concreto, las personas en los percentiles 70 a 90 de exposición a la luz nocturna tenían un riesgo 15 a 17 % mayor de mortalidad por todas las causas, mientras que las personas en los percentiles 90 a 100 de exposición a la luz nocturna tenían un riesgo 21 a 34% mayor de mortalidad por todas las causas.
Por otro lado, se observó que una mayor exposición a la luz diurna estaba vinculada con una notable disminución del 10 al 34% en el riesgo de mortalidad por todas las causas. En este sentido, en comparación con las personas con menor exposición a la luz diurna (percentiles del 0 al 50), aquellos situados en los percentiles 50 a 70, 70 a 90 y 90 a 100 experimentaron una reducción en la mortalidad por todas las causas del 10 al 16%, del 16 al 26% y del 17 al 34%, respectivamente.
Estos hallazgos sugieren, por tanto, por tanto, que la luz nocturna puede interrumpir los ritmos circadianos, llevando a resultados cardiometabólicos adversos, mientras que la exposición a la luz diurna podría mejorar estos ritmos, ofreciendo protección contra los efectos negativos de la interrupción circadiana.
“Estos resultados destacan la importancia de mantener un ambiente oscuro durante las últimas horas de la noche y las primeras horas de la mañana, cuando el marcapasos circadiano central es más sensible a la luz. Es crucial buscar luz brillante durante el día para fortalecer los ritmos circadianos. La protección de los entornos lumínicos resulta particularmente crítica en lugares donde existe un alto riesgo de interrupción circadiana y de mortalidad, como en unidades de cuidados intensivos o en residencias para ancianos. Para la población en general, minimizar la exposición a la luz nocturna y maximizar la exposición a la luz diurna podría reducir significativamente la prevalencia de enfermedades cardiometabólicas y potencialmente incrementar la longevidad”, concluyen los investigadores.
Puede acceder al paper completo de la investigación a través del siguiente enlace:
https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2405924121#t01
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