La contaminación lumínica se reconoce cada vez más como un potente agente de influencia humana en el mundo natural. La luz artificial en la noche puede alterar el comportamiento de búsqueda de alimentos, los patrones de migración, las tasas de mortalidad e incluso la propia estructura física de los animales. Pero ha habido poca investigación sobre cómo afecta la contaminación lumínica a las especies invasoras, especies que no son nativas de una zona, y que a veces pueden causar un daño económico y ecológico significativo.
Todo aquel que tenga una luz en un porche o terraza puede ver como los insectos nocturnos como polillas, moscas y escarabajos son atraídos por esta luz artificial. Estos invertebrados son fuentes de alimento de depredadores nocturnos como murciélagos, pájaros y ranas – incluyendo la que es quizás la especie invasora más icónica, el sapo gigante o sapo de caña.
Los sapos de caña se alimentan de insectos nocturnos, y el profesor adjunto Hirotaka Komine de la Universidad de Agricultura y Tecnología de Tokio (TUAT) junto con sus colegas de la Universidad James Cook de Australia querían averiguar si el exceso de fuente de alimento provocada por la luz artificial en la noche, tenían algún impacto en el sapo de caña. La revelación de los posibles impactos en los depredadores invasivos por los insectos atraídos por la luz artificial en la noche, así como la influencia de otros factores en este efecto, podría proporcionar importantes conocimientos para la gestión de estos depredadores. Publicaron sus resultados en un Paper publicado en la revista Scientific Reports.
Para comprobarlo, prepararon seis recintos exteriores, cada uno con luz artificial, en diferentes áreas rurales alrededor del noroeste de Australia, que a su vez disponían de diferentes niveles de contaminación lumínica ambiental. Luego colocaron los sapos de caña que habían capturado localmente en los recintos justo antes del atardecer. Después de que los sapos se dieran un festín durante la noche con cualquier invertebrado que hubiera sido atraído por la luz artificial nocturna, los sapos fueron sacrificados y diseccionados para medir el contenido de sus vientres.
Los investigadores variaron la cantidad de luz y controlaron los efectos de la lluvia, la velocidad del viento y la temperatura, que también influyen en la disponibilidad de fuentes de alimento. Descubrieron que cuando las luces estaban encendidas, el porcentaje de insectos voladores que los sapos consumían aumentaba de forma significativa, pero que el efecto se incrementó en las fases lunares oscuras, y cuando había bajos niveles de contaminación lumínica.
Se comprobó que los sapos no se comían tantos insectos voladores cuando la luna era brillante. La misma reducción en el consumo de insectos ocurrió en aquellas áreas más cercanas a las zonas urbanas que ya sufrían un amplio ambiente de contaminación lumínica. En ambos casos, esta luz extra diluyó el impacto de las lámparas que los investigadores habían instalado. Los efectos de la lluvia, la temperatura y la velocidad del viento en la ingesta de alimentos fueron comparativamente débiles.
“Esto nos puede decir como controlar el crecimiento de esta especie invasora. Un manejo más cuidadoso de la luz artificial en las zonas rurales, como la que proviene de las farolas de las carreteras o de los edificios dispersos, podría contribuir en gran medida a reducir los recursos alimentarios disponibles”, explica el biólogo conservacionista Hirotaka Komine.
Los investigadores añadieron que los enfoques de gestión de la luz también deberían considerar el ciclo lunar, como la reducción del uso de la luz cuando sea posible durante las fases lunares oscuras.