El crecimiento de la contaminación lumínica es un problema cada vez mayor a nivel mundial, con un incremento no solo en su intensidad sino también en su alcance geográfico. Múltiples investigaciones están documentado sus efectos perjudiciales sobre los ecosistemas, la salud humana y la cultura.
En una edición especial de la revista científica “Science”, se acaban de publicar cinco trabajos que examinan las consecuencias cada vez más adversas de la contaminación lumínica, presentando soluciones tecnológicas y regulatorias que podrían ayudar a mitigar sus efectos.
Los impactos de la luz artificial durante la noche sobre las plantas, los animales y los ecosistemas en general son variables y complejos. Annika Jägerbrand y Kamiel Spoelstra argumentan que las distintas especies responden de manera diferente a la contaminación lumínica, complicando la creación de soluciones que beneficien a todo el ecosistema. El aumento de la contaminación lumínica está provocando pérdida de hábitats, alteración de las cadenas alimentarias y declive de las poblaciones de insectos.
Por otro lado, Karolina Zielinska-Dabkowska y sus colegas examinan la respuesta del cuerpo humano a la exposición nocturna a la luz. La exposición a luces de calles urbanas, estadios deportivos al aire libre e iluminación publicitaria tiene efectos en los sistemas visuales, circadianos y neuroconductuales. Asimismo, se evidencia una desigualdad en los niveles de exposición a la contaminación lumínica entre diferentes poblaciones humanas y se discute el impacto cultural de perder la visión del cielo nocturno.
En el tercer artículo, Antonia Varela Pérez, por su parte, discute cómo la contaminación lumínica afecta tanto a astrónomos profesionales como aficionados. Fuentes crecientes de contaminación para la astronomía incluyen grandes constelaciones de satélites en órbita, interferencias de radiofrecuencia y la implementación de iluminación LED que emite más luz azul que las tecnologías anteriores. Varela Pérez sostiene que es esencial crear regulaciones internacionales más amplias, aunque las áreas designadas localmente como «cielos oscuros» proporcionan beneficios para el turismo.
Miroslav Kocifaj y su equipo escribe en el cuarto paper la necesidad de disponer de mejores métodos para medir y monitorear la luz artificial nocturna para comprender mejor las causas de la contaminación lumínica y desarrollar estrategias de mitigación. Abogan por mejorar las prácticas de recolección de datos, que se ven afectadas por condiciones meteorológicas y que podrían proporcionar más información si se tiene en cuenta este factor.
Finalmente, Martin Morgan-Taylor examina las regulaciones existentes sobre la contaminación lumínica y discute cómo pueden mejorarse. Propone una mejor comunicación sobre las emisiones de carbono y el derroche económico de la contaminación lumínica, junto con un énfasis en niveles de iluminación exterior seguros pero no excesivos.
Puede acceder al número a través del siguiente enlace:
https://www.science.org/toc/science/current
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