La luz artificial en la noche, o contaminación lumínica, puede interrumpir el comportamiento natural, la fisiología y los ritmos circadianos de los organismos expuestos a ella y, por lo tanto, es una preocupación ecológica significativa del mundo moderno. En smartlighting hemos explicado en detalle cómo múltiples investigaciones han señalado los posibles efectos negativos de la contaminación lumínica en diversos organismos más allá del ser humano, que afectan a todo tipo de fauna y flora.
Un nuevo estudio conjunto realizado por el Instituto de Hidrobiología de la Academia de Ciencias de China y el Instituto Max Planck de Comportamiento Animal (MPI-AB) ha arrojado luz sobre cómo la contaminación lumínica, específicamente la luz en el espectro azul, puede alterar significativamente el comportamiento de los peces en tan solo unas pocas noches, con efectos que se extienden a su descendencia.
En el estudio, las hembras de pez zebra fueron expuestas a diferentes longitudes de onda de luz artificial durante nueve noches consecutivas. Esta exposición simuló las condiciones lumínicas que normalmente se encuentran en entornos urbanos, con intensidades lumínicas de 20 lux, similares a las que se observan en las calles iluminadas por farolas. Los investigadores evaluaron comportamientos como la natación, la proximidad entre individuos y la tendencia a permanecer cerca de las paredes del acuario, un indicador de ansiedad conocido como tigmotaxis.
Los resultados mostraron que todas las longitudes de onda estudiadas inducían comportamientos similares de ansiedad, pero la luz de corta longitud de onda, especialmente en el espectro azul (470 nm), provocaba los cambios más rápidos y marcados. Wei Wei Li, autor principal del estudio y entonces doctorando en el MPI-AB, destacó la rapidez y claridad de los efectos negativos en el comportamiento de los peces y su progenie tras solo unas pocas noches de exposición a la luz artificial nocturna.
Además de los efectos inmediatos en los peces adultos, el estudio reveló que la exposición tenía repercusiones transgeneracionales. Los descendientes de las hembras expuestas, criados en condiciones de luz natural, mostraban una disminución en su actividad diurna a pesar de no haber sido expuestos directamente a la luz artificial nocturna. Esto sugiere que los efectos de la contaminación lumínica podrían ser más profundos y prolongados de lo que se creía anteriormente, afectando no solo a los individuos directamente expuestos, sino también a su progenie.
El estudio no se dispuso a descubrir un mecanismo, pero los autores especulan que la privación del sueño podría ser lo que subyace a los patrones en sus datos. Su hallazgo de que los cambios de comportamiento se revelaron después de cinco u ocho noches de exposición a la luz artifical, en lugar de inmediatamente, podría explicarse por la falta de sueño. “Los peces podían pasar algunas noches, pero después de demasiadas noches de sueño interrumpido, finalmente los alcanzó», explica el coautor del estudio coautor Aneesh Bose, quien hizo el trabajo mientras estaba en MPI-AB.
El estudio no solo subraya, por tanto, la necesidad de comprender mejor los mecanismos subyacentes, como la privación del sueño y su impacto en los ciclos biológicos, sino también la urgencia de mitigar estas exposiciones en ambientes naturales. Ming Duan, también autor del estudio, enfatiza la importancia de prestar atención especial a las fuentes de luz utilizadas en entornos humanos, especialmente evitando las luces de longitud de onda azul en áreas cercanas a hábitats animales.
Puede acceder al paper de la investigación a través del siguiente enlace:
https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0048969724064921?via%3Dihub
Fuente de imágenes: Unsplash. Imágenes de apoyo que no tienen que ver con la investigación