El profesor José María Martín-Olalla, de la Universidad de Sevilla, ha publicado un nuevo informe donde se analiza el impacto del cambio de hora en la vida diaria de las personas a partir de encuestas sobre el uso del tiempo en Estados Unidos, España, Italia, Francia y Gran Bretaña. Una búsqueda de cómo las sociedades industrializadas han respondidos a las regulación sobre el cambio de hora en diferentes círculos de latitud, después de que los países se hayan sometido a estas regulaciones durante más de cuarenta años. Los resultados indican que los ciclos humanos no se ven desalineados por las regulaciones del horario de verano. El informe también muestra el impacto de latitud en la adaptación estacional de los ciclos humanos, poniendo en peligro la posición actual de la Comisión Europea que impulsa una regulación única en la Unión Europea.
Ha existido siempre una gran controversia sobre la efectividad y efecto de las regulaciones sobre el cambio de horario estacional. Fisiólogos y médicos piensan que estas transiciones semestrales son una interrupción de nuestros sistema circadiano. Diversos estudios han tratado de mostrar su impacto en las tasas de suicidios, las tasas de infartos, los accidentes y visitas a emergencias o incluso su efecto en los mercados de valores. En términos generales, los riesgos aumentan inmediatamente después de la transición de primavera. Luego, los fisiólogos abogan por establecer el horario de invierno de forma permanente o, en términos prácticos, retrasar la actividad de verano en una hora. Sin embargo, señala Martín-Olalla, “casi sin darse cuenta, también reconocen la conveniencia práctica, al menos para algunas personas”.
Los “beneficios” del horario de verano se han resumido generalmente en que alienta el desarrollo de actividades de ocio al aire libre y que se consiguen ahorros marginales en el consumo de energía. Algunos economistas y políticos presionan para extender estos beneficios al invierno. Pero esta opción hace que se comience la actividad antes del amanecer en invierno. La aversión natural a activarse en la oscuridad juega en contra de esta elección. Cuando los fisiológos abogan por un horario de inverno permanente, lo hacen para evitar precisamente este estrés de nuestro sistema circadiano.
El informe publicado en Scientific Reports (una revista científica de acceso abierto revisada por pares del grupo Springer Nature Publishing) se centra en las desviaciones estacionales de los ciclos de sueño/vigilia y del trabajo. Ninguno de estos ciclos humanos muestra desviaciones estacionales significativas durante los días de la semana, posteriores al cambio de horario. Después de los continuos y previsibles cambios de hora estacional, prácticamente nadie retrasa su actividad en verano o la adelanta en invierno, lo que indica la amplia aceptación de esta práctica en nuestras sociedades modernas. De esta forma, se consigue obtener un horario social estable durante todo el año y, al mismo tiempo, una adaptación estacional de este a la actividad humana, que es mayor en primavera-verano, cuando el día es más largo, y se retrasa en otoño-invierno, cuando los días son más cortos.
Los ciclos de sueño/vigilia durante los fines de semana, cuando hay una menor rigidez de horarios, muestran un patrón distinto. La hora de acostarse se retrasa en verano, siguiendo unos atardeceres más tardíos, un comportamiento que juega en contra de la regulación de horarios, que son adelantados después de la transición de primavera. No obstante, los horarios de despertar avanzan en verano, también siguiendo el avance en los horarios de salida del sol. Este comportamiento ahora amplifica el avance del reloj después de la transición de primavera. En general, la mejor explicación para estos hallazgos opuestos es que los ciclos humanos no están desalineados por el tamaño y la dirección de las regulaciones horarias de verano, y que todavía siguen los amaneceres y atardeceres. La falta de desalineación explica el éxito de estas regulaciones de horario en las sociedades modernas.
El horario de verano en Europa
El informe también muestra el impacto de la latitud en la adaptación estacional de los ciclos humanos, un tema de suma importancia en Europa. Los ciclos en aquellos países de baja latitud (por ejemplo, España, Italia) exhiben desviaciones estacionales más grandes y frecuentes que las aquéllos con latitudes más altas (Francia y Gran Bretaña), a pesar que el ciclo de luz y oscuridad muestra una mayor estacionalidad en este último caso. Martín-Olalla explica esta paradoja diciendo que sobre un círculo de latitud, las desviaciones solares son lo suficientemente grandes y rápidas para que los ciclos humanos sean menos capaces de rastrearlas con precisión. En estos, la hora juega el papel principal de sincronización y, eventualmente, da lugar a una preferencia por descontinuar las regulaciones de horario de verano. Este hecho promueve la ola actual de debates sobre el horario de verano en países del norte como Finlandia.
Por el contrario, debajo de este círculo de latitud, la estacionalidad solar es menor pero tiene un mayor impacto en los ciclos humanos, los cuales muestran una sintonización más fina con respecto a la actividad solar. En este rango, las sociedades encuentran en las regulaciones de horario de verano una forma conveniente y efectiva de promover ciclos humanos circanuales adaptados a las estaciones. La práctica ayuda a mantener el amanecer como el indicador principal del comienzo de la actividad humana; ayudando a evitar la exposición a la insolación y el sobrecalentamiento en el mediodía, un tema importante en los trópicos. Finalmente, ayuda tanto a las personas más madrugadoras (aquellas con propensión a la actividad matutina) tanto como aquellas más nocturnas, a activarse oportunamente a través de las estaciones: ni demasiado tarde, ni demasiado temprano.
Esta importancia de la latitud pone en peligro la posición actual de la Comisión Europea, que impulsa una regulación única en la Unión Europea. Sin embargo, la Unión exhibe variaciones estacionales muy diferentes en los ciclos de luz y oscuridad. Varían desde una eficiencia de insolación del 98% en verano en el círculo de latitud de 35º (Malta, Chipre) con menos de 3 horas de extensión de las horas de amanecer, hasta una extensión del amanecer de 24 horas en el círculo de latitud 70º (Finlandia, Laponia), donde el cambio estacional de horario no tiene prácticamente sentido. Por lo tanto, el informe insta a la Comisión Europea a repensar su posición y extratificar a partir de la latitud tal como se produce en Australia, Chile y Brasil.
Este es el tercer manuscrito escrito por Martín-Olalla que analiza la actividad humana básica y el impacto de la latitud. Anteriormente, un informe sobre el papel de sincronización del día de invierno, y un segundo informe, describían los patrones de sincronización estacionales en sociedades industriales y preindustriales desde el ecuador hasta el círculo de latitud de 55º. Ambos manuscritos también fueron publicados en Scientific Reports.