Médicos del Instituto Oftalmológico Bascom Palmer de la Universidad de Miami han informado en un artículo científicos publicado en la revista “Ocular Immunology and Inflammation” como varios pacientes que utilizaban lámparas germicidas ultravioletas desarrollaron fotoqueratitis, una dolorosa inflamación córnea que se produce por una alta exposición a rayos ultravioleta.
Ante la actual situación provocada por la pandemia de COVID-19, los dispositivos de radiación UV con capacidades germicidas se han convertido en una herramienta para luchar contra la propagación del virus. Sin embargo, estos dispositivos requieren que se utilicen bajo unas medidas y protocolos de seguridad que eviten el daño en los ojos y la piel de las personas.
“Durante el punto álgido de la pandemia, notamos un aumento en el número de pacientes que llegaban con irritación, dolor y sensibilidad a la luz. Nos dimos cuenta que estas patologías sucedían después de una exposición directa a lámparas germicidas UV-C”, explica Jesse Sengillo, del Instituto Bascom Palmer, y primer autor del estudio. “La experiencia puede ser bastante dolorosa para el paciente, pero con una pronta lubricación tópica y antibióticos para prevenir la infección, los pacientes tienen una buena evolución”.
Fotoconjuntivitis por exposición a lámparas germicidas ultravioleta
La fotoqueratitis o fotoconjuntivitis por rayos ultravioleta se produce cuando la córnea se sobreexpone a la radiación ultravioleta. Esto puede ocurrir a gran altura, donde la atmósfera absorbe menos rayos UV, o cerca del agua, la nieve u otras superficies reflectantes del entorno, por lo que en muchos casos está asociada con actividades recreativas al aire libre por exposición a la energía solar UV-B (280-315nm). Sin embargo, esta se puede producir también por fuentes de luz artificiales, lo más común es por exposiciones durante la soldadura por arco, pero también puede ser causada por la utilización de dispositivos UV-C germicidas. Unas pocas horas después de la exposición, los pacientes experimentan ardor en los ojos y a veces una intensa sensibilidad a la luz.
En el ojo normal, la córnea absorbe prácticamente todos los rayos UV-C, que es el extremo más corto y dañino del espectro ultravioleta, protegiendo así las estructuras oculares profundas como el cristalino y la retina. Mientras tanto, una mayor proporción de UV-A y B se transmiten a través de la córnea. La fotoqueratitis asociada a los rayos ultravioleta (UV) es una entidad bien caracterizada en la que el epitelio de la córnea sufre daños por la energía UV citotóxica. Los síntomas incluyen niveles variables de dolor y fotosensibilidad. El dolor que experimentan los pacientes se debe a la descamación de las células epiteliales y a la exposición del plexo nervioso subepitelia.
El estudio desarrollado por los investigadores del Instituto Oftalmológico Bascom Palmer viene a confirmar la asociación entre la exposición a la luz de lámparas UV germicidas usadas incorrectamente durante la pandemia, y la fotoqueratitis, basado en siete pacientes que sufrieron estos daños.
Los pacientes presentaban síntomas de irritación de la superficie ocular que iban desde el ardor y la inyección conjuntival hasta un marcado dolor y fotofobia tras la exposición a las lámparas UV germicidas. Todos los pacientes se presentaron más de 6 horas después de la exposición. Tres pacientes fueron expuestos a lámparas situadas en su casa y tres pacientes fueron expuestos a lámparas UV-C colocadas por su empleador en el trabajo. Los seis pacientes informaron no haber seguido las instrucciones del fabricante y haber estado en contacto directo con las lámparas sin protección para la piel o los ojos. El séptimo paciente fue expuesto en el consultorio de un dentista que utilizó la luz UV como desinfectante adicional durante un procedimiento debido a la pandemia. La duración de las exposiciones oscilaron entre los 10 minutos y las 4 horas.
Estos resultados muestran la importancia de cumplir con las medidas y recomendaciones del fabricante, y evitar el contacto directo mientras el dispositivo está encendido. “Los pacientes que hemos atendido no conocían estas recomendaciones y muchos fueron expuestos sin saberlo en el trabajo. Estos dispositivos requieren que las habitaciones a desinfectar están vacías mientras se utilizan. Nuestros pacientes estuvieron expuestos directamente a la luz durante varios períodos de tiempo. Unas horas más tarde, sintieron molestias y buscaron atención médica”, relata la coautora del estudio Anne Kunkler.
La estrategia de tratamiento fue relativamente homogénea en todos los pacientes. Además de las frecuentes gotas lubricantes para los ojos (lágrimas artificiales) y de aconsejar que se evite la exposición directa a la luz ultravioleta, la mayoría de los pacientes (6 de cada 7; 86%) fueron tratados con antibióticos tópicos con o sin esteroides tópicos. Aunque el diseño del estudio actual no es óptimo para determinar el tratamiento más efectivo, los autores creen que es imperativo prescribir un antibiótico tópico para prevenir la infección cuando el epitelio está comprometido.
“Con el aumento de las ventas de estos dispositivos al consumidor, es importante que los médicos sean conscientes de las posibles consecuencias de la exposición a los rayos UV y que eduquen a los pacientes. La instalación de la desinfección del aire por UV-C en las instalaciones médicas requiere de técnicos bien entrenados para evitar la exposición directa de los ocupantes. Es necesario que las personas eviten la exposición directa a las lámparas germicidas UV-C y que sigan de cerca las recomendaciones del fabricante”, advierten los autores.