Por José Pérez, consejero delegado de Recyclia
La extracción global de materiales se ha triplicado desde el año 1970, pasando de 27.000 millones de toneladas a 92.000 millones, según Naciones Unidas. A este consumo desenfrenado se añade el hecho de que lograr los objetivos de descarbonización establecidos por los diversos organismos reguladores está condicionando de una forma sin precedentes las cadenas de suministro globales de materias primas, especialmente de las denominadas críticas.
Así lo corroboran recientes informes que ahondan en la dependencia elevada del modelo económico y productivo comunitario en el suministro de estas materias primas y a la que señalan como una de las grandes vulnerabilidades de cualquier economía del mundo.
A este respecto, me parece especialmente relevante la opinión del expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, cuyo famoso informe describe, certeramente, la dependencia de suministro comunitario como “una calle de doble sentido”. La Unión Europea, razona, es vulnerable tanto a la coerción por parte de países con los que no está estratégicamente alineada como a la fragmentación comercial a causa de un conflicto geopolítico, tal como lamentablemente ha demostrado la invasión rusa de Ucrania.
Draghi pone el foco en la necesidad de garantizar un suministro sostenible, asequible y equitativo de minerales críticos a escala mundial para el ya mencionado cumplimiento de los objetivos climáticos y el desarrollo de las tecnologías esenciales para la descarbonización de nuestra economía, incluidos los vehículos eléctricos y los paneles solares.
A este respecto cabe señalar que el mercado mundial de materias primas para fabricar este tipo de tecnologías se ha duplicado en cinco años y alcanza ya los 320.000 millones de dólares, según el informe ‘Critical Minerals Market Review’ publicado en 2023.
Según este documento, un vehículo eléctrico requiere aproximadamente 8,9 kg de litio, mientras que un motor de combustión interna apenas utiliza este material. Además, el eléctrico demanda alrededor del doble de cobre (53,2 kg frente a 22,3 kg en los de combustión) y alrededor de 40 kg de níquel, un recurso que prácticamente no se utiliza en los automóviles no eléctricos.
La minería urbana, piedra angular de la nueva legislación
Para hacer frente a este reto, que impacta de lleno en nuestra competitividad y desarrollo socioeconómico, en los últimos años, la Unión Europea y sus países miembros están adoptando estrategias y políticas que mitiguen los cuellos de botella en el acceso a materias primas fundamentales y garantizar así la estabilidad de la cadena de suministro y la resiliencia de nuestro modelo productivo.
A escala comunitaria, la Ley Europea de Materias Primas Fundamentales persigue diversificar las importaciones de materias primas en la UE, de forma que ningún tercer país suministrador represente más del 65% del consumo anual de cada materia prima.
Por su parte, en el ámbito nacional, cabe mencionar la Estrategia Española de Economía Circular 2030, aprobada en junio de 2020, y la Hoja de Ruta para la Gestión Sostenible de las Materias Primas Minerales (2021-2030). Alineada con la mencionada normativa comunitaria, esta última incentiva también la diversificación del abastecimiento desde terceros países, siempre bajo criterios de sostenibilidad y responsabilidad.
En este contexto, el reciclaje emerge como un eslabón estratégico dentro de la cadena de suministro de materias primas. Con medidas como la prevista en la Ley Europea de Materias Primas Fundamentales para que al menos un 25% del consumo anual de las materias primas estratégicas provenga del reciclaje interno, se prevé avanzar en esa dirección. Un índice que contrasta con el hecho de que actualmente la oferta de materias primas recicladas alcance sólo el 12% en la UE, según datos de la Comisión Europea.
Por tanto, en las próximas décadas, es prácticamente imperativo que el consumo de materias primas estratégicas de la UE se cubra con cada vez más materiales secundarios, un escenario en el que la gestión ambiental de baterías de vehículo eléctrico, paneles fotovoltaicos y resto de aparatos eléctricos y electrónicos y pilas de todo tipo al final de su vida útil juega un papel estratégico.
Dependencia española de materias primas críticas
Por todo lo detallado anteriormente, nuestro ‘V Informe Anual de Recyclia sobre Tendencias en la industria del reciclaje de RAEE y pilas en España’ se centra en el rol estratégico de esta actividad -la nuestra, la de Recyclia- en dicho suministro.
El punto de partida de este análisis es la alta dependencia de nuestro país del exterior en el suministro de dichas materias. En particular, destaca la total dependencia de materias primas como el níquel y el aluminio. También es elevada en otros casos, como los minerales metálicos (ratio de dependencia del 68%); el oro, la plata y el platino (49%); y los metales no férreos (33%). Y, en menor medida, respecto al cobre y el zinc (14%).
España no solo depende en gran medida de fuentes externas para obtener estas materias primas, sino que además las importaciones se concentran en un número reducido de países. Como indicaba, nuestra dependencia respecto al aluminio es total y además existe una concentración del 75,2% de las importaciones de este material provenientes de cinco países: Mozambique, Bahréin, Malasia, Emiratos Árabes Unidos e India. De manera similar, España depende completamente del exterior para el abastecimiento de níquel, con un 97% de las importaciones concentradas en cinco países, donde solo Brasil representa más de dos tercios de las compras totales.
En el caso del cobre, los cinco primeros proveedores suponen cerca del 84% de los aprovisionamientos, liderados por Perú e Indonesia. Y para el oro, la plata y el platino, un único país, Marruecos, representa más del 85% de los suministros.
Para contribuir a un suministro más sostenible de materias primas fundamentales para las que España, y el conjunto de Europa, son dependientes del exterior, nuestro sector nacional de gestión de residuos necesita el despliegue de las medidas previstas de estimulación de la financiación público-privada para optimizar así la infraestructura del reciclaje en nuestro país, especialmente en lo que se refiere a baterías de vehículo eléctrico.
Si las expectativas de avance de la tasa de recogida en el horizonte de 2030 se materializaran, según nuestro estudio, ese año el reciclaje de baterías de vehículo eléctrico podría proporcionar el 84,5% y el 60,2% del volumen de litio y cobalto, respectivamente, que necesitarán las nuevas baterías que se produzcan ese mismo año. En concreto, el reciclaje de las baterías de estos vehículos podría recuperar hasta 9.400 toneladas de materias primas fundamentales que permitirían fabricar 33.000 baterías sin necesidad de su extracción.
Asimismo, apunta el documento, las toneladas de cobre resultantes del reciclaje de residuos electrónicos podrían equivaler al 5,5% de la demanda prevista de este material para la fabricación de aparatos electrónicos en nuestro país. En el caso del aluminio o el níquel ese porcentaje se elevaría al 7,4% y 9,5%, respectivamente.
En lo que se refiere a Recyclia, gracias a nuestra actividad de recogida de residuos electrónicos, pilas y baterías en 2023 hemos sido capaces de recuperar un total de 12.922 kilos de aluminio, 81.700 de zinc, 1.727 de cobalto y 2.303 de litio, lo que además permitió evitar la emisión de 55.474 toneladas de CO2.
En resumen, aprovechar los recursos valiosos presentes en aparatos electrónicos y baterías en desuso es fundamental para contribuir a los objetivos de descarbonización, así como a una mayor resiliencia de nuestras cadenas de suministro y, por extensión, de nuestra economía. En Recyclia, trabajamos para garantizar una segunda vida a cada batería, pila, panel solar o dispositivo electrónico, integrándolos en una cadena de suministro más sostenible y robusta. Nuestro propósito es claro: transformar cada residuo en una oportunidad para fortalecer nuestra autonomía estratégica y contribuir a nuestro bienestar y desarrollo socioeconómico.
Imágenes: Recyclia