Desde sus inicios en 1945, uno de los principales propósitos de las Naciones Unidas ha sido «crear las condiciones de estabilidad y bienestar necesarias para las relaciones pacíficas y amistosas entre las naciones, basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos», como se recoge en el artículo 55 de la Carta fundacional.
Según ese mismo artículo y para crear tales condiciones, la Organización promoverá: niveles de vida más elevados, trabajo permanente para todos, y condiciones de progreso y desarrollo económico y social.
Sin embargo, el concepto de desarrollo ha cambiado a lo largo de los años, ya que no todo el desarrollo vale, especialmente, no aquel que se consigue a costa de la ausencia de la paz universal, el mantenimiento de la tiranía de la pobreza o la degradación del planeta por el agotamiento de sus recursos y su contaminación. Ya que, de continuar así, la Tierra será inhabitable para las futuras generaciones.
Teniendo estas ideas en mente y siguiendo la estela de los Objetivos del Milenio, en el año 2000, los líderes mundiales aprobaron en 2015 la llamada Agenda 2030, que marca los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El Desarrollo Sostenible no significa, pues, un bienestar basado en el mero consumo de bienes, sino que implica un bienestar del individuo y de la sociedad en el sentido amplio de la palabra.
Como señala el texto de la resolución de la Agenda 2030, el desarrollo sostenible tiene tres dimensiones: la económica, la social y la ambiental. Por ese motivo, los Objetivos incluyen desde la igualdad de género y la educación hasta la salud, el cambio climático y la prevención de los daños que pueden ocasionar los desastres naturales.
Dentro del complejo sistema de las Naciones Unidas, dos entidades destacan en el liderazgo del desarrollo. El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales y el Programa para el Desarrollo.
Este último elabora todos los años el llamado Índice de Desarrollo Humano, una clasificación que mide el grado de desarrollo de cada país teniendo en cuenta distintos indicadores, un verdadero campeonato mundial que todos los países deberían jugar con el máximo entusiasmo y pundonor, y sentirse orgullosos de ganar.
Pero DESA y el PNUD son los únicos que tienen a su cuidado el desarrollo porque, tal y cómo hemos descrito, este debe abordarse de forma transversal.
Por este motivo, el desarrollo no es cosa sólo de Gobiernos, agencias especializadas y organizaciones no gubernamentales. El desarrollo sostenible es la suma de todas las decisiones, las colectivas y las individuales, y todos podemos hacer algo por él, hasta los más perezosos, si ponemos un poco de humor.
Así que nos despedimos con esta Guía para vagos para que empecéis a contribuir a la Agenda 2030, con el menor esfuerzo posible.
Y para que todos, los más activos y los vagos más recalcitrantes, podamos medir nuestros progresos, también recomendamos descargarse está aplicación de los ODS en Acción.