Cada vez que subes al coche y utilizas una aplicación como Waze o Google Maps para saber, en tiempo real, cuál es la ruta con menos tráfico para llegar al trabajo, te estás sirviendo de Open Data para encontrar el camino más rápido. Lo que hacen estas aplicaciones para mostrarte cuáles son las calles con más o menos atasco es sencillo, pues “solo” tienen que monitorizar la velocidad a la que va cada uno de los dispositivos que la están usando y sacar conclusiones. Es decir, si hay muchos móviles con Waze encendido en un mismo punto y todos van despacio, es que hay atasco. Si hay pocos y todos van rápido, es que se puede circular bien por la vía. Bastante lógico.
De hecho, hay aplicaciones como Cabify que sirven incluso para predecir donde va a haber mayor demanda de chóferes en función del número de personas que se conecta a la aplicación. A su vez, la app accede a la información que ofrecen todos los dispositivos conectados al Internet de las Cosas que conforman una Smart City para predecir dónde estarán sus próximos clientes y las rutas más adecuadas para llegar hasta ellos.
El Open Data va mucho más allá
Pero esto del Open Data va mucho más allá de predecir el tráfico y tiene millones de formas de utilizarse para hacer que la vida sea más fácil para todos. Sin ir más lejos, Barack Obama se sirvió mucho del Open Data que extraía de Twitter y Facebook para modular sus discursos durante los períodos electorales. Si, por ejemplo, veía que días antes de dar un discurso en la ciudad de Milwaukee la mayoría de la conversación social se centraba sobre algo que no estaba planteado para su mitin, simplemente lo añadía a su discurso y, de este modo, ofrecía soluciones concretas a aquello que necesitaban sus potenciales votantes.
Las ciudades son grandes generadoras de datos abiertos que obtienen a través de todos los sensores conectados al Internet de las Cosas. Ayuntamientos como el de Madrid, por poner otro ejemplo, promueven el acceso a los datos del Gobierno municipal para impulsar el desarrollo de herramientas creativas que mejoren la calidad de vida de sus ciudadanos.
De este modo, si se monitoriza correctamente los sensores que tiene el consistorio por la ciudad y se contrastan los datos con otros que ofrezca Google o Facebook sobre cuánta gente hay en un determinado lugar, se podrían reforzar los servicios de transporte público, ir previendo el aumento de barrenderos en la zona o, si se trata de un evento deportivo, saber cuándo aumentar las dotaciones de policía para evitar posibles altercados entre hinchas.
El Futuro de IoT
Y esto es sólo el comienzo. El Internet de las Cosas seguirá creciendo exponencialmente en los próximos años. En poco tiempo todos llevaremos encima más de cinco dispositivos conectados al Internet de las Cosas que enviarán información sensible sobre nuestras vidas.
“Los móviles y los wearables que llevamos encima hacen que nos convirtamos en verdaderos sensores en movimiento que muestran el pulso de una ciudad. Por ello, debemos ser muy conscientes de que muchas de las actividades que llevamos a cabo, además de todo lo que compartimos en nuestras redes sociales, se está monitorizando. Se trata de una información muy bien cuidada y encriptada por todas las compañías que la manejan, pero debemos ser conscientes de que nuestros móviles están continuamente enviando datos para mostrar lo que hacemos”, apunta Hervé Lambert, Retail Global Consumer Operations Manager de Panda Security.
¡Cuidado!
Por estas razones, es importante tener en cuenta los niveles de permisos que otorgamos a las aplicaciones que descargamos en el móvil y de la privacidad de la información que compartimos en nuestras redes sociales. En el caso de que se infectase de malware alguno de nuestros dispositivos y no nos diéramos cuenta, las consecuencias podrían ser muy negativas.
Aun así, contamos con medidas de seguridad que hacen que nuestros dispositivos sean más difíciles de infectar y, en caso de que eso ocurra, hay medidas con las que mitigar sus consecuencias.
Al mismo tiempo, toda la información que generan los dispositivos conectados al Internet de las Cosas pueden ser utilizados con malas intenciones por parte de los cibercriminales. Por ello, los organismos públicos, que son los que dan acceso de toda su información a la red, deben contar con una política de ciberseguridad muy rigurosa en lo que respecta al Open Data.
“Los expertos en seguridad también tenemos acceso a toda la información que ofrece Open Date, lo que nos permite identificar, nuevo malware y predecir algunas de las acciones maliciosas que puedan perpetrar los cibercriminales”, añade Hervé Lambert.