Situado en la Rambla de Catalunya —en pleno centro del Modernismo barcelonés—, un edificio de 1904 que había ocupado una antigua galería de arte se ha transformado en el elegante espacio de oficinas de un economista.
Fruto de la colaboración entre los arquitectos Lupe Álvarez, de Tac Arquitectes, y Mateu Subirà, la diseñadora de interiores Carlota Portavella, el estudio de iluminación Anoche y la experta en restauración Tere Hernández, la rehabilitación consistió en reinterpretar el espacio existente, una simple planta abierta blanca con pocos detalles arquitectónicos. ¿Con qué objetivo? Maridar lo antiguo y lo actual, destacando así su dimensión histórica y los elementos tradicionales de su interior.
Para resaltar el carácter del lugar, el equipo revistió el pasillo central con listones verticales de madera de rico nogal. La carpintería conduce la mirada hacia el corredor, cuya geometría lineal y textura crean un ritmo expresivo y fascinante que llega hasta el techo -también revestido con listones de madera- y a los armarios de algunas de sus oficinas.
Al retirar el papel pintado habían quedado al descubierto varios frescos muy dañados por el paso de los años, ahora restaurados gracias al minucioso trabajo de Tere Hernández. La presencia de estos frescos interrumpe el espacio blanco, aportándole unos tonos cálidos y terrosos que le imprimen un carácter artesanal y atemporal.
La escasa luz natural de este entresuelo interior llevó al equipo a seleccionar varias luminarias de Vibia para aportar una luz difusa y cálida a todo el edificio. En la entrada, una lámpara de sobremesa Mayfair, de Diego Fortunato, ilumina un elegante escritorio blanco. Con la sensibilidad minimalista de la luz Led, esta actualización de un clásico del siglo XIX conjuga el pasado y el presente en una silueta, subrayando el objetivo del equipo encargado de la rehabilitación.
La lámpara de sobremesa Pin, diseñada por Ichiro Iwasaki y también alimentada por LED, acentúa elegantemente la sobriedad de varias oficinas. Esta interpretación contemporánea de la tradicional lámpara de lectura combina sus líneas estilizadas con una atrevida base circular y una diminuta pantalla en forma de cúpula. El metal de su estructura pone un sorprendente contrapunto a la nobleza de la madera del escritorio y el techo.
Para una sala de reuniones circular rodeada por los vitrales originales, el equipo eligió la suspensión Palma, de Antoni Arola, inspirada en los jardines colgantes de la Antigüedad. Esta luminaria de forma orgánica consiste en dos semicírculos que incorporan vegetación a lo largo de su eje vertical. Suspendida de un cable prácticamente invisible, Palma evoca un luminoso jardín flotante y refuerza los motivos florales de los vitrales que se encuentran al fondo.
Fuente de imágenes: Vibia