“Susana, ¿por qué dices que la luz blanco-azulada es más contaminante que la rojiza? ¿Por qué es más sostenible instalar LEDs con temperatura de color igual o inferior a 3000k?”
Son cuestiones muy recurrentes que me preguntan desde técnicos municipales a proyectistas, mantenedores o representantes políticos, a la hora de establecer el plan de acción después de una auditoría o redactar el proyecto para la adecuación o renovación de las instalaciones de alumbrado exterior.
Es obvio pensar inmediatamente que la ubicación del proyecto es determinante para definir qué tipos de puntos de luz se deben instalar para no contaminar el entorno, pero damos por sentado que hablamos exclusivamente de instalaciones ubicadas en una zona protegida medioambiental o astronómicamente. Tenemos que ir más allá!
Por supuesto que estos territorios son los más sensibles, pero ¿qué pasa con el resto de las ubicaciones? Si hay algo que está totalmente comprobado y por supuesto disponemos de valores objetivos basados en medidas científicas de diversa índole, es que el brillo del fondo del cielo o la contaminación lumínica no es un fenómeno local, si no que llega a decenas e incluso varias centenas de quilómetros desde las fuentes de luz (en nuestro caso las luminarias).
Pero ¿por qué? Simplemente porque tenemos atmósfera y todos los tipos de luz se dispersan por ella. Así, cuando la luz atraviesa la atmósfera, interacciona tanto con las moléculas gaseosas que constituyen el aire «limpio», como con las partículas grandes en suspensión, de naturaleza sólida o líquida, y que reciben la denominación genérica de «aerosoles».
En esta entrada del blog vamos a hablar del primero de estos fenómenos de extinción en las moléculas del aire, conocido con el nombre de Esparcimiento de Rayleigh, que es el afecta al color de la luz.
¿Por qué el cielo es azul?
Porque el color azul de la luz natural del sol es el que se propaga con mayor intensidad en las horas centrales del día. Por lo tanto, a la luz azul de las fuentes de luz le pasa lo mismo, pero vamos por partes.
Este fenómeno es el mismo que explica por qué el cielo es azul en las horas centrales del día y se tiñe de un tono anaranjado en el ocaso y amanecer por atravesar una capa de atmósfera más gruesa.
Figura 1: Cielo azul en las horas centrales del día (izda.) y cielo anaranjado (dcha.) al atardecer o amanecer
Este fenómeno físico tiene una dependencia muy fuerte en la longitud de onda con sección transversal de la molécula,, y en concreto la intensidad del fenómeno es inversamente proporcional a la cuarta potencia de la longitud de onda:
Por lo que es fácil comprobar que este fenómeno es más intenso en las longitudes de onda cortas (azul y violeta del visible y ultravioleta-UV) que en las de onda más larga (roja, naranja). En concreto, las longitudes de onda del azul sufren este efecto con cuatro veces más de intensidad que la parte roja del espectro, y la UV trece veces más, sólo tenemos que hacer unas “cuentas” más o menos sencillas.
Estas longitudes de onda corta predominan en las lámparas de luz blanca (Vapor de Mercurio (ya prohibida por la legislación), Halogenuros Metálicos, LEDs blanco neutros y fríos e inducción) por lo que son más contaminantes que las lámparas de color cálido (Sodio de Alta y Baja Presión, LED cálidos por debajo de 3000ºK y PC Ámbar).
En términos sencillos y familiares en el ámbito del alumbrado exterior, las fuentes de luz con mayor temperatura de color tienen mayor emisión en la parte azul del espectro (más o menos 450 nm), y por tanto son más contaminantes.
Imagen 2: Espectro de las lámparas de descarga más habituales en alumbrado exterior (izda.). El Vapor de Mercurio ya está prohibido por la legislación. Lámparas LED (dcha.) en función de su temperatura de color (Tª color).
Por eso he titulado este post como “luz blanco azulada bye bye”, porque estas longitudes de onda cortas y frías se escapan de la fuente de luz mucho más intensamente que las más largas y cálidas, y por ello, debemos dejar de utilizar fuentes de luz blanco azuladas en las instalaciones de alumbrado exterior y seleccionar con cuidado las situaciones en las que instalar, si se requiere, puntos de luz blanco neutro (como el LED 4000k), más aún si en las proximidades de la instalación existen zonas nocturnas sensibles.
Varios ayuntamientos e instituciones públicas ya están aplicando el criterio de no instalar fuentes de luz LED con temperatura de color superior a 3000k.
Pero no sólo debemos evitar en todo lo posible la luz blanco azulada a la hora de proyectar una instalación de alumbrado exterior por su alta dispersión en la atmósfera, sino también porque afecta en mayor medida a la salud de las personas, pero esto será para otra entrada del blog, donde aportaré datos científicos y contrastados.
Hasta otro ratico!
Puedes leer la segunda parte del artículo en el siguiente link:
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