En los últimos años, la creciente preocupación por los efectos nocivos de la luz azul, emitida en abundancia por dispositivos digitales como teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras, ha captado la atención tanto del público general como de la comunidad científica. Tradicionalmente asociada con trastornos del sueño y fatiga visual, la luz azul está ahora bajo un escrutinio más riguroso por sus potenciales efectos a largo plazo en la salud más allá de los ojos. Este fenómeno se extiende, por ejemplo, a sus potenciales efectos adversos sobre nuestra piel, y cómo la interacción de la luz azul con la radiación solar podría amplificar riesgos significativos, incluyendo el aumento de la probabilidad de desarrollar cáncer de piel.
Investigadores del Instituto de Investigación Interdisciplinaria de Grenoble (IRIG), en colaboración con los laboratorios Pierre Fabre Dermo-Cosmétique, han llevado a cabo un estudio revelador que indaga en los potenciales riesgos de la luz azul sobre la piel, más allá de su ya conocido impacto en la salud visual. El foco del estudio fue determinar si la luz azul (400-450 nm) podría deteriorar las enzimas encargadas de reparar el ADN, las cuales eliminan los fotoproductos inducidos por la radiación UVB solar. En concreto, el estudio exploró el impacto de las luz azul en la reparación de los dímeros de pirimidina, la clase principal de daño de ADN preutagénico inducido por la exposición a la luz solar.
Para explorar esta hipótesis, los científicos reconstituyeron epidermis humana in vitro y la expusieron a la luz azul seguida de radiación UV. Los hallazgos fueron contundentes: la luz azul incide significativamente en la ralentización de la eliminación de fotoproductos, sugiriendo un papel perjudicial en la integridad del ADN y, por extensión, en la salud cutánea.
Luego, los investigadores repitieron el experimento aplicando primero a los modelos de piel un protector solar que contiene TriAsorB, que actúa como fotoprotector contra la luz azul. Bajo estas condiciones, la reparación del ADN ya no se ve afectada por la exposición a la luz azul. Además, un estudio clínico en voluntarios mostró la eficacia de este protector solar para proteger el ADN durante la exposición en verano.
Estos resultados abren nuevos caminos en el campo de la fotoprotección, sugiriendo que los productos actuales podrían necesitar adaptaciones para enfrentar no solo la radiación UV, sino también la luz visible, incluyendo la luz azul. Para los consumidores, esto podría traducirse en un enfoque más holístico hacia la protección solar, uno que considere todas las fuentes de radiación potencialmente dañinas.
Los hallazgos de IRIG y Pierre Fabre Dermo-Cosmétique aportan una dimensión adicional a nuestra comprensión de los riesgos asociados a la luz azul, destacando la necesidad de estrategias de protección más sofisticadas en nuestra vida cotidiana.
Créditos de imagen de portada: CEA IRIG