Por Javier Zorrilla, CEO de Artesolar
Solo hay una oportunidad para causar una primera impresión. Y un aeropuerto es la puerta de entrada para miles de turistas que han gastado parte de sus ahorros para invertir su tiempo en visitar esa ciudad. Tiempo y dinero: un binomio compuesto por dos de los elementos más preciados por el ser humano. Lo mismo ocurre con aquellos que viajan por negocios e, incluso, los que regresan a casa desean recibir una reconfortante acogida. El aeropuerto asume esa responsabilidad de regalar ese primer abrazo a los viajeros que acaban de descender de las nubes.
En ese cometido de semejante exigencia, la iluminación juega un papel crucial. Las nuevas tecnologías y, en concreto, el desarrollo de la iluminación LED permiten engalanar estas gigantescas infraestructuras con los mejores atuendos gracias a un vastísimo fondo de armario. Los juegos de colores, resaltar espacios, el aprovechamiento de la luz natural, reflejos o la posibilidad de generar escenas visuales son algunos de los atractivos lumínicos que puede ofrecer una adecuada gestión de la luz. Para rizar el rizo y en consonancia con las demandas medioambientales ineludibles de la actualidad, todo ello administrado con la máxima eficiencia energética. Por un buen diseño, sea el que sea, sólo es realmente excelente si piensa en el medioambiente y en las personas.
La luz tiene la capacidad de potenciar el atractivo visual arquitectónico de cualquier edificio sin necesidad de mover un solo ladrillo. Los aeropuertos, cada vez arquitectónicamente más cuidados, cuentan con estructuras que se prestan a multitud de opciones para resaltar sus virtudes.
Aunado con la iluminación inteligente, esta nueva tecnología permite generar diferentes ambientes, generar distintos dinamismos en función de cada ocasión, es decir, se puede adaptar a conmemoraciones, celebraciones, eventos, etc. gracias a proyectores RGB, por ejemplo. Puede conseguir provocar la sensación de que el mismo espacio es completamente nuevo, únicamente con un magistral e ingenioso juego de luces. Y todo ello es posible gestionarlo de forma remota e incluso, programarlo para una ejecución automática a través de un dispositivo.
Pero la carta de presentación lumínica de un aeropuerto, como se ha adelantado, va más allá de las luces. En el siglo XXI, además, debe ser energéticamente eficiente. Por eso, además de la cuestión estética, que permite dotar al recinto de una personalidad propia y adaptada a cada situación para sorprender al viajero, los aeropuertos deben sumarse al compromiso medioambiental y contar con sistemas que reduzcan su impacto en este sentido.
Una instalación moderna, adaptada a las necesidades actuales de cualquier infraestructura de esta índole, puede reducir el consumo energético en más de un 70 por ciento. Gracias a la mayor potencia y a la eficiencia de las lumínicas actuales, el número de proyectores instalados se puede reducir considerablemente. Además, a menor cantidad de luminarias focos, la gestión y el mantenimiento también se ven beneficiados.
El aprovechamiento de la luz natural es otro factor clave a la hora de mejorar tanto la eficiencia como la experiencia del viajero, pues nada es comparable a la sensación que transmite la luz solar, especialmente si se explota de una manera eficaz y astuta. Por lo general, los aeropuertos cuentan con grandes ventanales, claraboyas y espacios diáfanos que permiten explorar múltiples posibilidades para lograr una iluminación óptima, combinando la natural con el apoyo artificial.
Igualmente importante resulta adaptar la luminosidad a cada momento del día. Los pasajeros que viajan de noche acogerán con mayor agrado una iluminación tenue e indirecta, acorde con las sensaciones que se recrean en el propio reloj biológico de las personas, respetando así los ciclos circadianos y mejorando la calidad de vida, en lo que respecta a la luz y a sus efectos.
En definitiva, los aeropuertos se erigen como el edificio que dará la bienvenida y despedirá a miles de personas que pasarán por su ciudad. O, dicho de otro modo, serán el primer y el último recuerdo que de ella se llevarán junto a su equipaje. Por tanto, por su propia naturaleza, los aeropuertos están obligados a cuidar todos los detalles, pues tienen la responsabilidad de dejar una enseña positiva en cada uno de los viajeros. Tanto en la estética como en la eficiencia. Y, en ambas, la luz es protagonista.