¿Si no existen la ciudades inteligentes, para qué hablamos de ellas? Unos comentan que es un invento de las grandes compañías para introducir una nueva necesidad en las ciudades, otros que es una moda política que ha visto en la innovación ciudadana un nuevo diccionario desconocido para muchos hasta ahora, y otros que es un invento para tener a la gente entretenida, alentado por algún que otro bloguero. Mira que si al final hay un poco de todo….
Que la tecnología ha venido para quedarse es una afirmación que pocos pueden poner en duda. Por otro lado a lo mejor llegamos a la conclusión que las «Smart Cities» no existen.
1.- ¿LAS SMART CITIES, EN REALIDAD NO EXISTEN?
La Smart City es un fenómeno político y social que se cubre de gloria fruto de proyectos estratégicos, que lejos de la realidad muchas veces lo que aborda son problemas complejos, cuando los ciudadanos lo que requieren es que se conviertan en sencillos sus problemas complicados, complicados que no complejos. Por ello, a medida que van pasando los meses vemos que este fenómeno político y social tiene mas de Tag City, que de Smart. Nos encontramos con debates que pretenden salvar la humanidad y los problemas sociales a través de la tecnología, olvidando a veces que es el ciudadano el que tiene la llave para detectar las situaciones complicadas que hay que resolver.
Las ciudades inteligentes llegaron para quedarse, pero no existen. No existen porque el concepto de inteligencia en la ciudad va mas allá de un proceso de monitorización de la gestión pública, y mas allá del análisis del grado de penetración de la conectividad en la ciudad. Por supuesto que las tendencias del ciudadano marcarán las ciudades del futuro, pero la tendencia tecnológica no marcará la inteligencia de las ciudades.
Le Corbusier en su libro «Ciudad del Futuro» afirmaba que la ciudad es un instrumento de trabajo, y éstas deben desempeñar esta función. Los ciudadanos con sus costumbres y las caracteristicas físicas del territorio, tienen como herramienta de desarrollo de ciudad al planeamiento y éste convierte las ciudades en diferentes y distintas. Las ciudades del futuro, inteligentes o estúpidas, tendrán en el ciudadano su soporte-ciudad y como herramienta la tecnología. Esto confirma la reflexión de Peter Drice, que afirma “¿si la tecnología es la respuesta, cuáles deben ser la preguntas?”
Llevamos bastante tiempo burocratizando las ciudades y la gestión pública, ahora en la época de la tecnología adaptada al usuario continuamos diseñando estrategias de planificación smart que buscan obtener: el porcentaje de ahorros en periodos similares del alumbrado público, la estadística de la hora de recogida de la basura, y el tiempo de respuesta a un ciudadano por un bache en la vía pública. La regla de las tres B (Bombillas, Basuras y Baches) olvidándose de la reflexión conjunta y necesaria para adaptar las tendencias al diseño o rediseño de arcaicos servicios de la ciudad. El nuevo ciudadano que tiene en la inmediatez y la hiperconectividad sus banderas principales.
2.- LA CIUDAD COMO LABORATORIO.
¿Pero si no existen la ciudades inteligentes para qué hablamos de ellas?. Unos comentan que es un invento de las grandes compañías para introducir una nueva necesidad en las ciudades, otros que es la moda de los políticos que han visto en la innovación ciudadana un nuevo diccionario desconocido por muchos hasta ahora, y otros que es un invento para tener a la gente entretenida, alentado por algún que otro bloguero. Mira que si al final hay un poco de todo….
La ciudad como laboratorio y la innovación social y ciudadana es el verdadero fin de las ciudades inteligentes. Es en estos «laboratorios sociales y urbanos» donde encontraremos todas esas preguntas a la respuesta “es la tecnología”, y será aquí donde se desarrollen todos los nuevos modelos de negocios, servicios o rediseño de servicios públicos para resolver la situaciones complicadas que reclaman los ciudadanos. No hablo de laboratorio de reflexión estratégica del urbanismo de la ciudad, ni de laboratorios de reflexión de las tendencias sociales del barrio, hablamos de poner en suerte la ciudad y propiciar que ocurran «cosas». Leemos mucha estrategia, vemos mucha venta de servicios tecnólogicos a las Administraciones Públicas y quizás nos falte señalar que es necesario introducir nuevos roles. La verdadera venta y la tecnología de más recorrido es aquella que es utilizada por los ciudadanos, y que además si resuelve situaciones complicadas los convierte en fans. No quiero emular a mi buen amigo Vitor Pereira con su excelente post sobre Uber y MyTaxi pero hace unas fechas tuve la oportunidad de utilizar MyTaxi. Me aportó inmediatez, conexión directa y para suerte me encontré con una promoción donde al término de la carrera, me informaba que el coste era el 50%. En definitiva, te resuelve, te ayuda y te aporta valor. ¿ Serán estos los retos a resolver?
El éxito de un servicio o de un modelo de negocio «bottom-up» es la clave para justificar por qué deben existir las «smart cities» como concepto de innovación ciudadana que usa la tecnología como medio para mejora la calidad de vida.
CONCLUSIÓN
La visión holística y el análisis de las tendencias de las macrourbes del futuro es un interesante debate para acercarnos a las visiones de los grandes gurús de Apple, Google o Paypal entre otros. Posiblemente aportan opciones para el ciudadano y la nueva sociedad hiperconectada. Pero la SMART CITY SI EXISTE, si tiene la capacidad de alejarse de la demostración socio-política y busca soluciones sencillas a la necesidad ciudadana, como el proyecto Vincles, que acerca la inmeditez y la conectividad a problemas de dependencia.
Ningún debate sobra, todas las aportaciones son necesarias. Pero el verdadero motor, dónde pueden surgir oportunidades de negocios o servicios que pueden aportar al desarrollo de iniciativas empresariales, está en el uso de la tecnología por los ciudadanos. Nuevas aplicaciones, nuevos servicios y en el desarrollo de actividades pegadas a la necesidad, y no vinculadas a tendencias estratégicas. Los procesos de innovación abierta junto a la tecnología, en forma de plataformas abiertas, hackatones virtuales o retos urbanos, son modelos que justifican el concepto smart city. Estos laboratorios urbanos, en muchos casos, están siendo impulsados por multinacionales, que buscan en estas opciones escalar su productos vinculados a la necesidad real del ciudadano. El éxito de un servicio o de un modelo de negocio «bottom-up» es la clave para justificar por qué deben existir las «smart cities» como concepto de innovación ciudanana que usa la tecnología como medio para mejora la calidad de vida.
Sobre el autor: Francisco Morcillo. Consultor, Experto en Innovación Territorial, Blogger y CEO MB3 GESTION y CoFounder FIVEMINDS, Ecosistema de Innovación. Entusiasta de Innovación+Tecnología+Gestión, en territorios, ciudades y servicios para la edificación. @fmorcillo