A continuación reproducimos artículo íntegro por el investigador Dr. Daniel P. Cardinali publicado en el diario argentino la Nación al estar muy en línea con la jornada que nuestro grupo editorial celebra en Matelec este 28 de Octubre “Smart Lighting, people and health” en la que pretendemos se genere un buen debate.
Hemos reducido unas dos horas nuestro tiempo diario de sueño en los últimos 50 años y son muchas las razones para la falta de sueño en nuestra sociedad, que funciona 24 horas/7 días a la semana («Sociedad 24/7»). Entre ellas pueden citarse los tempranos horarios de la escuela o el trabajo, las programaciones de TV que desplazan más y más el prime time a horas avanzadas de la noche y el estrés cotidiano. Pero el principal factor precipitante, a menudo poco apreciado, ha sido el avance tecnológico a partir del desarrollo de la iluminación artificial de nuestra noche. La tecnología nos ha desvinculado del día natural de 24 horas en la que nuestra especie evolucionó. Cuanto más iluminamos nuestras vidas, menos dormimos.
Se acaba de otorgar el Premio Nobel de Física a tres investigadores nacidos en Japón, Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura, que hace veinte años desarrollaron el LED azul, indispensable para obtener dispositivos que produjeran luz blanca, apta para la iluminación a muy bajo costo. Como consecuencia, y debido a que un 20% del consumo de electricidad en todo el mundo está dedicado a la producción de luz, muchos gobiernos han eliminado las tradicionales lámparas incandescentes (que emiten en el rojo) a causa de la disipación de calor y la poca eficiencia consiguiente. Pero la luz blanca de los LED es rica en el azul, que es la porción del espectro que más inhibe la secreción de melatonina, la señal que cada día «abre las puertas de nuestro sueño».
A semejanza del oído, que tiene dos funciones fisiológicas independientes, la audición y el mantenimiento del equilibrio, el ojo es el sitio inicial de recepción de dos aspectos diferentes de la luz: servir para ver y posibilitar la regulación del ritmo sueño/vigilia, adecuándolo al medio ambiente, que cambia cada 24 horas. Los conos y bastones de la retina son los fotorreceptores del efecto visual de la luz, mientras que un grupo particular de células ganglionares de la retina intrínsecamente fotosensibles son las que permiten los reajustes del reloj biológico.
Cada vez pasamos más tiempo de nuestras noches ante pantallas iluminadas de monitores (LCD,smartphones), que al emitir primariamente en el azul producen dos fenómenos de trascendencia para los ritmos de sueño/vigilia: 1. Afectan el período natural de sueño, reduciéndolo a niveles de peligro. 2. Agregan un factor disruptor, pues la luz del monitor en ese momento atrasa nuestro reloj biológico, lo que en forma práctica se exterioriza en un sueño más tardío en las noches subsiguientes, tendiendo a perpetuar la situación de nocturnidad y privación de sueño. Pero la iluminación de estado sólido también podría ofrecer algunas, soluciones ya que al menos en teoría es factible enriquecer la luz azul/verde con rojo para su uso después del atardecer.
Nuestro cuerpo está diseñado para un mundo que ya no existe: en los últimos 200 años, un instante sólo en la escala de la evolución, hemos cambiado tan radicalmente nuestro medio ambiente que carecemos ya de un diseño fisiológico a la altura de las circunstancias. Para recuperar el mundo al cual nos adaptamos, debemos sopesar adecuadamente los adelantos tecnológicos que nos asaltan día a día.
El autor es investigador Superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y Profesor Emérito, Universidad de Buenos Aires. Director, Departamento de Docencia e Investigación, Facultad de Ciencias Médicas, Pontificia Universidad Católica Argentina. Dr. «honoris causa» en Medicina de las Universidades Complutense de Madrid y Salamanca, y escribió el libro ¿Qué es el sueño? (Paidós, 2014).