Una nueva investigación realizada por la Universidad de West Virgini (WVU) está estudiando cómo la luz nocturna en los hospitales puede obstaculizar la recuperación y agravar el estado de pacientes con afecciones cardiacas.
Randy Nelson, responsable del Departamento de Neurociencia en la Escuela de Medicina de la WVU, y Courtney DeVries, de la cátedra John T y June R. Chambers de investigación en Oncología de la WVU, contarán con una financiación de 1,2 millones de euros para realizar la investigación en 3 años, aportados por el Instituto Nacional de Salud de los EE.UU.
“La investigación surgió a raíz de uno de nuestros estudiantes, que durante su estadía en el hospital, no podía dormir debido a las luces permanentemente encendidas del mismo. Por ello nos preguntamos ¿Cómo afectará la exposición constante a la luz en las personas que se encuentran en áreas de cuidado críticos, como las unidades de cuidados intensivos cardíacos o las unidades quirúrgicas”, explica Nelson.
El paro cardíaco no sólo afecta al corazón sino también al cerebro. Este paro cardiaco y la posterior privación de oxígeno inflaman el sistema nervioso y estimulan en exceso las células cerebrales llegando a niveles en los que estas incluso pueden morir.
Nelson y DeVries sospechan que pasar las noches en cuartos de hospital que nunca están en oscuridad puede amplificar estas respuestas. Trabajos anteriores realizados por el mismo equipo con modelos preclínicos sugieren que una ligera luz nocturna podría ser suficiente para desencadenar una inflamación en el cerebro, sobrecargar las células cerebrales y hacer que el paro cardíaco sea más letal.
Sobre la base de estos hallazgos anteriores, los investigadores explorarán en el nuevo estudio los mecanismos fisiológicos que vinculan la luz durante la noche con el daño neuronal (y una mayor tasa de mortalidad) después de un paro cardiaco. Además quieren valorar si ciertas longitudes de onda de luz son más perjudiciales que otras.
Para hacer esto, expondrán modelos de animales con afecciones cardiacas a diferentes cantidades y longitudes de onda de luz durante la noche. Luego, se medirá la inflamación cerebral de los modelos, se determinará la extensión del daño de las células cerebrales y se evaluarán cuan ágilmente puede latir el corazón de forma más rápida o lenta para satisfacer las cambiantes necesidades del cuerpo. Finalmente, se determinarán qué entornos de iluminación se correlacionan con los mejores resultado para la salud de los pacientes.
La luz en la noche parece estar asociada con una variedad de afecciones, incluida la obesidad y la diabetes. Pero «a diferencia de muchas cosas que hemos estudiado hasta ahora con luz tenue en la noche», dice DeVries, «el problema después del paro cardíaco es que, si las neuronas mueren, están muertas. No es reversible. Es por tanto fundamental para nosotros el poder prevenir esto».