De acuerdo con un estudio de la Northwestern Medecine y la Universidad de Illinois, publicado en la revista the Journal of Clinical Sleep Medicine, los trabajadores de oficinas con mayor exposición a la luz natural suelen tener una mejor calidad de sueño, mayor actividad física y mejor calidad de vida que quienes trabajan en lugares con menor exposición a la luz natural.
Un grupo de investigadores, liderado por la Doctora Phyllis Zee, neurólogo y especialista en sueño de la Northwestern Medecine, analizó la influencia de la iluminación natural mediante evaluaciones y actigrafía a 49 empleados de oficinas.
Los empleados con ventanas en su oficina recibieron 173% más exposición a la luz blanca durante las horas de trabajo, realizaron más actividad física y durmieron un promedio de 46 minutos más por noche que los que no trabajaron en dichas condiciones. En cambio, quienes no recibieron una iluminación adecuada obtuvieron puntuaciones más bajas en relación a la calidad de vida debido a problemas físicos, alteraciones del sueño en general y una falta de vitalidad.
“Existen evidencias de que la exposición a la luz durante el día, especialmente en la mañana, es beneficioso para la salud debido a sus efectos sobre el metabolismo, el estado de ánimo y de alerta”, explica la Dra. Zee. “Los trabajadores son un grupo de riesgo ya que por lo general no tienen acceso a la luz natural, o incluso artificial lo suficientemente brillante, durante su jornada laboral”.
«Los arquitectos deben ser conscientes de la importancia de la luz natural no sólo en términos de su potencial de ahorro de energía, sino también en términos de cómo afecta a la salud de los ocupantes», dijo el co-autor principal Mohamed Boubekri, profesor asociado de arquitectura en la Universidad de Illinois. El estudio pone de relieve que la exposición a la luz natural en el lugar de trabajo es un factor que los diseños arquitectónicos deberían considerar a la hora de plantear sus proyectos.
Una solución de diseño simple propuesta por los investigadores para aumentar la penetración de la luz natural en los edificios de oficinas consistiría en asegurarse de que las estaciones de trabajo se encentran a una distancia máxima de 6 a 7 metros de las paredes periféricas en que se sitúan las ventanas, señaló Boubekri ya que “La luz natural de las ventanas laterales prácticamente desaparece al situarse a una mayor distancia que la señalada», dijo.
El grupo de estudio incluyó a 49 trabajadores de oficina de turnos de día, 27 de lugares de trabajo sin ventanas y 22 de lugares de trabajo con ventanas. La calidad de vida relacionada con la salud y la calidad del sueño se midieron en modo auto-informe (cada persona informó individualmente) mientras la calidad del sueño se evaluó con el Índice de Calidad del Sueño de Pittsburgh (PSQI). La exposición a la luz, la actividad y el sueño se midieron por actigrafía en un subconjunto representativo de 21 participantes; 10 en los lugares de trabajo sin ventanas y 11 en los lugares de trabajo con ventanas.
La actigrafía consiste en la colocación en la muñeca del sujeto de un dispositivo que incluye un sensor que da medidas de exposición a la luz así como de actividad a través del movimiento y del sueño. El aparato permite el registro de datos fisiológicos de modo ambulatorio. El movimiento se utilizó para determinar los niveles de actividad durante el tiempo de vigilia y para calcular el tiempo de sueño. La luminancia de luz se utiliza para las medidas de exposición a la luz durante el período laboral.
«La luz es el agente de sincronización más importante para el cerebro y el cuerpo», dijo Ivy Cheung, co-autor y candidato a Ph.D. de neurociencia en el laboratorio de Zee en Northwestern. «La sincronización adecuada de los ritmos biológicos internos con la rotación diaria de la Tierra ha demostrado ser esencial para la salud.»
Además, las personas que reciben más luz durante el día pueden dormir mejor por la noche, lo que también puede ayudar a mejorar la salud, añade Zee.
Otros autores incluyen a Kathryn Reid de Northwestern y Chia Hui-Wang de la Universidad de Illinois.
La investigación fue apoyada por subvenciones 5T32 HL790915 del Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre y P01 AG11412 del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, de los Institutos Nacionales de Salud.