José Azaña, es el científico toledano que ha conseguido volver imperceptible al ojo humano un objeto gracias al control de las ondas electromagnéticas.
¿Quién no ha soñado con la invisibilidad? Ya sea por la tranquilidad de desaparecer momentáneamente del mundo o por la seguridad de esconder algo a la vista de los demás…
La curiosidad de Azaña por la ciencia y el saber viene de muy atrás; desde pequeño reconoce que en su casa se leía mucho. Pero no fue hasta una clase de física, en su época de estudiante en el instituto, cuando los campos electromagnéticos le dejaron «fascinado». Fue precisamente esto lo que le llevó a estudiar Telecomunicaciones en Madrid, para luego viajar hasta Canadá, dónde comenzó a vivir una auténtica «aventura» entre cables y placas base. Y así, con muchas horas de trabajo en el laboratorio, consiguió ser el director de un grupo dedicado a la investigación de fibra óptica en el procesado de señal.
La creación de su propio grupo de investigación en un campo tan específico como la fototónica de fibra óptica le llevó a ir dando pasos durante estos años hasta conseguir volver invisible al ojo humano un objeto por medio de ondas electromagnéticas. «Ha sido un gran descubrimiento», afirma el científico, quien se siente tan cómodo en Canadá que no sabe precisar en qué año llegó allí. «Entre 15 y 20», duda.
El grupo de investigación de Pepito, como se le conoce en su pueblo, está volcado en una línea de investigación más general: el estudio de las ondas electromágneticas (por ejemplo, la luz de un halógeno y la información que circula a través de la fibra óptica).
Es, precisamente, su idea de no querer destruir energía en el envío de ondas, lo que les ha llevado a dar con lo que Azaña llama «hacer invisible el medio a través del cual viajaba la información». «En pocas palabras,del estudio del movimiento de las ondas y de la conservación de la energía surgió el tema de la invisibilidad», explica el científico.
La búsqueda de la capa de invisibilidad lleva muchos años de estudio. En el pasado se han conseguido importantes avances como volver invisible un objeto a un rango pequeño de frecuencias (colores) del espectro de luz visible, como por ejemplo, a la luz roja. Sin embargo, estos dispositivos de invisibilidad fallaban al iluminar el objeto con luz de frecuencia distinta para los que estaban diseñados. Las limitaciones de esta técnica se hacen patentes cuando uno intenta repetir el experimento utilizando luz natural, la cual contiene en su rango de frecuencias visible todos los colores posibles. Así, todos los estudios relacionados con la invisibilidad no han llegado a conseguir demostrarla con casos prácticos y se han quedado en un concepto, según Azaña. «Si bien es cierto que en ciencia todo empieza con un concepto, primero tienes una idea a la que se le llama concepto y luego hay que ver hasta dónde puede llegar a desarrollarse esa idea», reflexiona.
Primeros logros
Según explica el profesor Azaá hay muchos conceptos propuestos relacionados con la invisibilidad, pero todos tienen un problema fundamental: «Todos funcionan muy bien cuando tú quieres hacer un objeto invisible a una determinada frecuencia, lo que quiere decir que es sencillo hacer invisible un objeto de un determinado color, por ejemplo un objeto rojo. En cambio, cuando el objeto no es de un solo color los científicos se enfrentan al principal problema de la invisibilidad». «Esta problemática plantea que, cuando iluminas un objeto con muchos colores, el objeto no se convierte en invisible totalmente; el ojo ve que ahí hay un objeto». Y eso es, precisamente, lo que Azaña y su grupo han logrado: abordar la invisibilidad por completo.
Partiendo de la idea de hacer pasar por un objeto muchas frecuencias, el equipo de investigación de este científico toledano comenzó a hacer su desarrollo matemático. De ahí saltó al análisis numérico, en el que introdujeron el concepto; lo emularon en un ordenador y fue cuando pudieron exclamar: «¡Eureka, funciona, lo tenemos!».
Para lograr la invisibilidad del objeto hicieron pasar un haz de luz de espectro ancho (con todos los colores) por un objeto, de tal modo que el observador que estaba al otro lado, y que no era capaz de detectar ningún cambio en la onda, percibió la luz como si no hubiese objeto. Al otro lado de ese haz de luz se encontraban unos detectores muy potentes que recibían la onda sin haberse deteriorado en absoluto. Aunque parezca ciencia ficción, «engañar al ojo es muy fácil, pero no a los detectores de onda», remarca José Azaña.
El experimento se comenzó a presentar en congresos de una manera muy sencilla: sólo con un conjunto discreto de colores, algo así como iluminar al objeto con una luz azul, verde o roja. Finalmente, el trabajo consiguió hacerse con un conjunto de espectro continuo, es decir, con una gama infinita de colores, con lo que lograron la invisibilidad de un objeto. Un trabajo que a José Azaña y su equipo les llevó un año de pruebas, doce meses durante los que Luis, líder de la parte experimental, tuvo que dedicarse casi en cuerpo y alma para demostrar el éxito de las pruebas.
Aplicaciones de la invisibilidad
Pero, ¿qué aplicaciones puede tener este descubrimiento en la vida diaria? Los temidos piratas informáticos (hackers y crakers) pueden echarse a temblar, ya que el hallazgo de José Azaña y su equipo permitirá afianzar aún más la privacidad de nuestros datos en internet. Y es que, actualmente, el éxito de las telecomunicaciones por fibra óptica tal y como la conocemos hoy se basa en WDM (Wavelenght Division Mutiplexing). Esto consiste en asignar un color a cada usuario, con lo que, al aplicar la idea de estos científicos, un pirata informático no podría tener acceso a la información confidencial, ya a que esta sería imperceptible a las técnicas de jaqueo.
El descubrimiento puede tener otra aplicación más ociosa en el campo de las telecomunicaciones. Ya no nos tendremos que morder las uñas esperando que un vídeo llegue bien a nuestro destinatario a través de la fibra óptica. Con el hallazgo de José Azaña y cía, la grabación llegará con la máxima calidad y sin los inesperados cortes.
Y, en el campo de la automoción, por ejemplo, el profesor español explica que se podría aplicar la invisibilidad a la parte de la carrocería que genera los ángulos muertos. De tal modo que el vehículo sería visible, aunque se permitiría acabar con este problema, en cuya solución ya trabajan investigadores japoneses.
El trabajo tan meritorio de Azaña y de su equipo ha tenido una enorme repercursión en el campo ciéntifico desde que publicaron su estudio en la revista «Optica», especiamente en Gran Bretaña. «Posiblemente, será por el fenómeno Harry Potter y su capa de invisibilidad», especula el investigador toledano.
Pero, ¿llegará a ser alguna vez el hombre invisible? Azaña responde que todavía no puede asegurar que se logre. Su investigación está dando pasos para conseguir la invisibilidad de un objeto en dos dimensiones; es decir, en lugar de a nivel microscópico, como ya han demostrado, sería lograr a escala macroscópica (por ejemplo, teléfono).
José apura sus últimos días en Menasalbas regando las plantas en el patio de la casa de sus padres, paseando a la mascota familiar o conversando con sus paisanos. Muchos de ellos desconocen el hallazgo tan transcendental de Pepito Azaña, el científico español que ha logrado la invisibilidad de un objeto.