Este articulo Iluminación y Economía azul de editorial smartLIGHTING ha sido también publicado en el Blog del International Year of Light 2015. Léalo en inglés en este enlace.
Foto Portada: Globo de fibra Óptica. Crédito: JaredZammit.
Una economía vibrante es esencial para la sostenibilidad y a la inversa. Hemos aprendido en estos últimos años que sin una autentica sostenibilidad, la economía no puede continuar funcionando. Una solución a los presentes males de nuestra economía reside en comprender y aplicar la lógica ecosistémica. La naturaleza exhibe una autentica economía, y una autentica sostenibilidad de manera que si nuestras economías se desarrollaran con la naturaleza como modelo, podríamos emplear la energía y los recursos de manera eficiente y sin generar residuos, y además crearíamos cientos de millones de puestos de trabajo, defiende Gunter Pauli con el que estamos de acuerdo.
Un sistema económico inspirado en los ecosistemas funcionaría con lo que ofrece el entorno local, como los recursos energéticos naturalmente renovables que ante todo expresan las leyes de la física. La física describe las fuerzas subyacentes de las que cada especie planetaria hace un uso dinámico.
Emular la eficiencia funcional y material de los ecosistemas y los hábitats naturales es una manera pragmática de lograr la sostenibilidad y una alta eficiencia en la utilización de los recursos, sin renunciar a la competitividad y generando valor añadido. El aprovechamiento de los nutrientes y la energía demuestra la elegancia ecosistémica que haríamos bien en copiar. La naturaleza transforma una aparente escasez en suficiencia y en última instancia en abundancia. La cascada de energía y nutrientes, en las que los minerales absorbidos nutren a los microorganismos, los microorganismos nutren a las plantas, las plantas nutren a otras especies, y el desecho de unos es el alimento de otros, conduce a la sostenibilidad mediante la reducción o eliminación del aporte externo de energía, o de otra índole, y mediante la eliminación de los desechos y sus costes, no sólo en forma de contaminación, sino también de uso insuficiente de los materiales.
Nuestro actual sistema económico que no ha podido frenar la sangría de perdida de millones de puestos de trabajo y un desempleo juvenil que alcanza proporciones dramáticas en el mundo industrializado difícilmente va a dar cabida a los mil millones de los recién llegados a los mercados de trabajo, en particular los procedentes de países en vías de desarrollo. Tenemos incapacidad para imaginar empleos con sentido y ofrecer desafíos que valgan la pena a toda una generación, lo que equivale a transmitir principalmente a los jóvenes que no hay futuro.
Más de mil millones de personas viven sin luz en el mundo. Tenemos que replantearnos muchas cosas sobre nuestro actual sistema económico que se basa en la ruinosa noción de insolvencia, de manera que el crecimiento se financia mediante una deuda perpetuamente trasladada a las generaciones futuras. Seamos valientes, porque avanzar hacia una economía azul requerirá por parte de los empresarios creatividad e implicación en ciencia, asuntos sociales, finanzas, ecología y medios de comunicación. Es necesario claridad de objetivos, perseverancia además de un sólido fundamento ético y saber cómo generar un flujo de dinero en contra de lo esperado.
Hay cientos de informes que revelan derroches inaceptables de energía que alcanzan en algunos casos un 98% (1). Esta energía se desperdicia y simplemente un modesto aumento en la productividad energética impulsaría la economía, crearía empleos y contribuiría a salvar el medio ambiente. Estos mismos informes revelan que la mayoría de las ganancias de productividad energética tendrán que venir , por ejemplo, de mejoras en los edificios residenciales y no residenciales. Sólo mediante el aumento de la utilización de la tecnología disponible hoy en día, tales como dispositivos de ahorro energético, iluminación LED y aislamiento, los hogares podrían reducir sus facturas de energía en un tercio. Por otra parte, el consumo total de energía, por ejemplo, en la UE podría reducirse en un 35% a más del doble de la tasa de mejora de la productividad energética de la región de cerca de 1.5% a 3% por año para el 2030.
La novelada en el 2014 iluminación LED como una de las grandes innovaciones de las últimas décadas, es un elemento clave para hacer frente a la creciente demanda de energía del futuro, ya que ya se puede entregar una mejora de la productividad de la energía del 500% en los hogares. Mediante la combinación de la iluminación LED, de los sensores, aplicaciones y controles, incluso se pueden realizar mayores eficiencias. La tecnología LED es sostenible “per se”, porque cumple sobradamente con sus tres pilares: ecológica, económica y social.
Pero hoy todavía la fabricación de lámparas energéticamente eficientes requiere pequeñas cantidades de mercurio como las lámparas fluorescentes compactas, pregonadas como grandes ahorradoras de energía, dependen de este metal pesado. En una sociedad que tiene como metas la salud y la sostenibilidad, la liberación de mercurio sin garantías de recuperarlo, aunque sea en pequeñas cantidades es inaceptable. De ahí la importancia de generar la luz intensa sin mercurio.
La mejor innovación sostenible hoy es posible. Cuando Roger Hanlon, del Laboratorio de Biología Marína de Woods Hole (Massachusetts), estudió cómo producen luz las medusas, los calamares y los hongos, descubrió que la luminiscencia es activada por el calcio, que funciona como un interruptor que activa una proteína que libera energía en forma de luz. La fuente de luz no es un metal pesado, sino dos materiales renovables y disponibles en abundancia. La luz generada es azulada, que no coincide con la preferencia estándar por la luz blanca; sin embargo, ésta se puede obtener mediante efectos ópticos en vez de aditivos químicos. La luz azul así generada, en particular la versión más brillante encontrada en crustáceos de profundidad, también tiene otras aplicaciones, como el endurecimiento de adhesivos.
La eliminación del proceso de producción de un ingrediente tóxico como el mercurio facilita la fabricación a escala local. Pueden lograrse eficiencias múltiples, y la supresión del mercurio supondría una importante reducción de costes colaterales antes sufragados por la sociedad.
Este último ejemplo es una de los muchos ejemplos de iniciativas empresariales que ilustran como una economía azul puede beneficiar no sólo a la Tierra, sino también a sus habitantes a través de la liquidez positiva, la reducción de la intensidad material y el ahorro de energía.