La luz led abre una nueva etapa en el uso de iluminación para la producción animal controlada, al influir en un mayor crecimiento de las aves, su desarrollo ual, prevenir el canibalismo, reducir el nerviosismo y aumentar el tamaño delos huevos, e incluso en incrementar la fertilidad de las cerdas inseminadas con semen previamente estimulado con luz led roja, como se puso de relieve en la mesa redonda “Luz en reproducción y producción animal”, organizada por la Sección de Veterinaria de la Real Academia de Doctores de España (RADE).
José Pedro Sacristán, veterinario especialista en avicultura de Ibertec (Ibérica de Tecnología Avícola), señaló que las bombillas incandescentes se están sustituyendo por lámparas led de diferentes colores para lograr diversos objetivos. Por ejemplo, la luz azul da lugar a un mayor crecimiento de las aves, la roja influye en su desarrollo ual o en prevenir el canibalismo y reducir el nerviosismo, y también en el tamaño de los huevos. “Estos estudios necesitan seguir avanzando, pero creo que con led vamos a poder evitar algunas patologías del comportamiento de las aves”, afirmó el experto.
Por su parte, el doctor Emilio Espinosa Velázquez, Presidente de la Sección de Veterinaria de la RADE, destacó que, según un trabajo recientemente publicado por un equipo de la Universidad de Barcelona, al estimular con luz led roja semen porcino se consiguió un aumento significativo de la fertilidad en unas 10.000 cerdas, y además se incrementó el número de lechones nacidos y de nacidos vivos. Este trabajo, prosiguió, muestra el importante futuro de la luz led en la reproducción animal controlada.
En cualquier caso, según indicaron en el coloquio el doctor Albino García Sacristán, Vocal de la Junta de Gobierno de la RADE, y el doctor Espinosa Velázquez, la alteración de los ciclos naturales de los animales no tiene consecuencias perjudiciales en la calidad de los alimentos que ingerimos, ni en ningún otro sentido, si el animal está bien alimentado y en condiciones higiénico-sanitarias adecuadas. García Sacristán citó el caso del ganado ovino, que es el más estudiado. Las ovejas, dijo, tendrían que parir solo en primavera; pero, con feromonas, implantes hormonales en la vagina y otros sistemas, se obtienen lechazos en distintas épocas del año “en tierras de buen yantar, donde son muy puritanos con este tema”.
Las limitaciones en este campo son de carácter económico, como explicó Espinosa Velázquez. Hay que distinguir entre la producción de pastoreo y la intensiva o, incluso, la súper intensiva. En Francia, en la década de 1970, se creó un Taller Intensivo de Producción de Corderos que, a pesar de las opiniones en contra, consiguió que en lugar de uno y medio o dos corderos, las ovejas parieran cuatro crías por hembra al año a lo largo de su vida reproductiva, con los animales estabulados, control de la luz y de la temperatura, inseminación artificial, diagnóstico de gestación y parto controlado. “Es decir, se puede intensificar lo que se quiera, y criar corderos en incubadora para acortar la gestación; pero producirlos costaba cien veces más que su precio de mercado. Y las pruebas con otras especies para acortar la gestación fueron un fracaso”, subrayó.
La luz y la supervivencia de las especies
En el inicio de la sesión, que presidió el Bibliotecario de la RADE, doctor José Antonio Rodríguez Montes, García Sacristán abordó la influencia de la luz en la fisiología animal. Uno de los hechos fundamentales para que se mantenga la supervivencia de los neonatos, en la mayoría de las especies domésticas y salvajes, es que el nacimiento se produzca en épocas de bonanza climatológica, primavera o verano, aseguró.
En función de su ciclo reproductor, las hembras de las distintas especies se dividen en monoéstricas, receptivas una o dos veces por año, que es el caso de las perras; y poliéstricas, que son la mayoría, con ciclos consecutivos durante todo el año. Estas últimas se dividen en continuas, con ciclos estrales repetitivos a lo largo del año, caso de la mujer, y estacionales, caracterizadas por ciclos repetitivos en una época del año.
La ovulación, una vez que la hembra llega a la pubertad, se debe a la influencia de una hormona, la melatonina, que se produce por la actuación de la glándula pineal, o epífisis, al recibir la influencia de la luz solar, lo que determina la época de celo tanto en la hembra como en el macho. Al estimular la glándula pineal y provocar la producción de melatonina, la luz determina los ritmos circadianos del organismo, “un hecho fundamental para todos los seres vivos”.
En la especie humana, la melatonina actúa para adecuar la pubertad al momento en que los organismos estén maduros para procrear. Cuando se producen desórdenes por la luminosidad, se generan trastornos, como el síndrome de sueño atrasado, por el que los mayores duermen antes de la cena y descontrolan el sueño durante la noche, o se retrasa el sueño en los adolescentes hasta avanzada la madrugada. Más peligrosos son los síndromes bipolares en las etapas oscuras (otoño-invierno), que causan decaimiento, más apetito y menor relación con los demás. El síndrome más conocido lo provocan los vuelos transmeridianos, por el desajuste endógeno del organismo respecto al horario exterior. Los turnos rotatorios del trabajo de forma prolongada y mantenida pueden acarrear gastritis, pérdida de concentración y dificultad para descansar de día.
La luz, esencial en avicultura
Las aves tienen un espectro visible más amplio que los humanos, pero no toda la influencia de la luz les proviene de los ojos. Hay longitudes de onda hacia el infrarrojo capaces de atravesar el cráneo y estimular la epífisis para segregar la hormona liberadora de gonadotropinas que, a su vez, producen hormonas uales, manifestó José Pedro Sacristán, veterinario especialista en avicultura de Ibertec (Ibérica de Tecnología Avícola).
El fotoperiodo es esencial para la avicultura, continuó. Dependiendo del fotoperiodo que se aplique en el proceso de recría, se puede determinar cuándo el ave empezará a poner huevos e, incluso, su tamaño. Si se utiliza un fotoperiodo para adelantar la puesta se conseguirán más huevos, pero de menor tamaño. Normalmente, en los primeros dos días un programa tiene 22 horas de luz, que van decreciendo hasta diez horas; y así se retrasa el inicio de la puesta.
Controlar la luz solar es importante, precisó Sacristán, porque si penetra en la granja de forma creciente a las siete u ocho semanas del programa, las pollitas comenzarán a poner con antelación y puede haber problemas de calidad. En función del fotoperiodo aplicado, con una misma genética se pueden obtener huevos de 65 a 70 gramos o de cinco gramos menos.
La intensidad lumínica es también fundamental en el proceso de recría. La intensidad adecuada se estima en 40 lux, que después hay que reducir para no estresar a las aves y originar problemas de picaje. A las 17 semanas, se trasladan las aves a las naves de producción y se eleva la intensidad de la luz. Para evitar el picaje entre las aves, al nacer se les aplica un tratamiento de luz con infrarrojos y un haz de luz que elimina el riego en la zona del pico hasta que cae la parte distal. La luz también ayuda a detectar los huevos infértiles y los abortos tempranos.
La luz y el clima condicionan los nacimientos
En la última intervención, el doctor Espinosa expuso algunas curiosidades sobre diferentes aspectos de la influencia de la luz en la reproducción animal. En la antigüedad, en Japón alargaban las horas de luz en los días cortos para provocar el canto de la actividad ual fuera de la época reproductiva en algunos pájaros, aunque no se sabe si empleaban velas, antorchas u otros sistemas. Entre los muchos experimentos que se hicieron el siglo pasado, uno realizado con canarios demostró que la luz continua es más desfavorable que la oscuridad.
Temperatura, luz, lluvias y alimentos son factores que condicionan la supervivencia y determinan las épocas de los nacimientos para que ocurran en primavera, aseguró Espinosa. El fotoperiodo es la llave del momento óptimo y predecible de la reproducción, y sus efectos aumentan a medida que nos alejamos del ecuador, según sean especies de reproducción en días de fotoperiodo creciente, caso de los équidos, o decreciente, óvidos, cápridos, etc. A la yegua no le gusta que le vigilen el parto, que en el 86 por ciento de los casos se producen entre siete de la tarde y siete de la mañana. La alpaca no pare si hace frío o nieva. Las ratas paren habitualmente de noche. Los partos de la cerda se controlan con tratamientos para asegurar la supervivencia de los lechones.
En las ovejas hay grandes variaciones según la latitud en que vivan, pero siempre después del solsticio de verano. En el caso de la trucha, se aplican tratamientos de tres meses de fotoperiodo creciente y decreciente, para adelantar o modificar la época reproductiva; y con controles luminosos se consigue aumentar la supervivencia de las larvas de la perca. El corzo, por su parte, paraliza la gestación para parir en junio, con el buen tiempo.