Más de 600 expertos de 43 países se han reunido en San Sebastián entre los pasados 10 al 14 de septiembre para intercambiar ideas y compartir su trabajo sobre el grafeno. El objetivo final: sacar este material del laboratorio para hacer realidad la revolución prometida. Se trata de la Graphene Week, que este año ha contado con la visita del ‘padre’ del grafeno, Andre Geim.
¿Qué pasa con el grafeno?
Es una pregunta legítima desde que en 2004 el investigador Andre Geim consiguiera a aislar este material bidimensional junto a su colega Konstantin Novoselov, un logro que les hizo ganar el Premio Nobel de Física en 2010. Desde entonces científicos, empresas y medios comenzaron a vender las increíbles propiedades de una sustancia que había permanecido oculta en nuestros lápices durante siglos. El grafeno iba a revolucionar la electrónica, la medicina y acabar con la escasez de agua en el mundo.
Casi quince años después de que todo empezara, seguimos esperando. El poder transformador de la ciencia se mide en décadas y ni siquiera el grafeno es una excepción. “Desde que se descubrieron los transistores de germanio-silicio hasta que estuvieron por todas partes pasaron más de treinta años”, asegura a Sinc el investigador del MIT Pablo Jarillo Herrero, pionero en el estudio del grafeno y uno de los ponentes del congreso.
La queja es común entre los asistentes a la Graphene Week celebrada en septiembre en San Sebastián (País Vasco). Sienten que se han generado unas expectativas demasiado altas en torno a una ‘revolución’ que, aunque no lo parezca, y según Jarillo, “avanza a un ritmo normal”. Por eso pide paciencia: “El descubrimiento del grafeno fue una revolución científica. Será una revolución tecnológica, pero solo dentro de treinta años se podrá apreciar. De momento es una evolución, porque hay mucho trabajo por hacer”.
Geim, uno de los ‘padres’ del grafeno, coincide plenamente. “Si solo fuera una lámina de grafito de 0,1 nanómetros de grosor nadie estaría en esta conferencia”. Todavía hace falta mucha investigación básica para explotar el potencial de esta sustancia, que ya atrae a la industria para aplicaciones más mundanas como tinta conductora y refuerzos de cascos.
Objetivo: llegar a la fábrica
A día de hoy, el problema del grafeno sigue siendo su escalabilidad: empresas y universidades luchan por obtener material de buena calidad en cantidades industriales. También por adaptar los dispositivos existentes a este material. De hecho, la conferencia de este año marca la mitad del camino en el objetivo de llevar el grafeno “del laboratorio a la fábrica”. Es la meta que se ha marcado Graphene Flagship, un enorme proyecto europeo que une a más de 150 investigadores y empresas y cuyo presupuesto es de 1.000 millones de euros.
Mientras tanto, el sector ha seguido evolucionando. “Se llama conferencia de grafeno, pero ya no es todo sobre grafeno”, explica Geim. El nobel se refiere a esa “docena de nuevos materiales biodimensionales”, como el fósforo negro, con posibilidades igualmente interesantes. “Son hermanas y hermanos del grafeno, hasta el punto de que se ha convertido en una palabra comodín para llamar a estos materiales”.
La Graphene Week de este año ha reunido a más de 600 expertos de 43 países durante una semana para compartir la situación de lo que Geim llama “grafeno 2.0”. Se trata de la mayor conferencia anual del Graphene Flagship.
Entre el 10 y el 14 de septiembre, los asistentes han podido asistir a las charlas de Geim y Jarillo, y también a las de investigadores como Clare Grey, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), y Harry Atwater, del Instituto de Tecnología de California (EE UU).
La elección de la sede no es casual, y no solo porque el centro de investigación vasco CIC nanoGUNE coorganice estas jornadas. “Que esta conferencia se celebre aquí es una declaración de que hay partes muy importantes de la ciencia de materiales biodimensionales que se está llevando a cabo en España”, asegura Jarillo.
España es un actor importante en el sector internacional del grafeno. Graphenea, cuya sede se encuentra a las afueras de San Sebastián, es uno de los mayores productores del mundo. No en vano la empresa vasca acaba de abrir una sede en Cambridge, Massachusetts (EE UU), cerca del MIT en el que investiga el valenciano Jarillo. La meta sigue siendo trasladar las ideas científicas a la industria y convertir la revolución del grafeno en realidad.
Fuente: SINC