A pocos días de la celebración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Madrid (COP25), es interesante reflexionar sobre los actuales modelos energéticos y hacernos las siguientes preguntas: ¿Son compatibles el actual desarrollo económico con la mitigación del cambio climático?, ¿cuál es el crecimiento económico requerido para sacar a miles de millones de personas de la pobreza?, ¿cuánta energía necesitamos realmente para llevara una vida decente?.
Durante más de 30 años, múltiples investigaciones han intentado estimar cuánta energía requieren las sociedades para satisfacer las necesidades básicas de toda la población. Esta pregunta gana enteros en la actualidad con el cambio climático, ya que los escenarios globales de estabilización climática van a requerir fuertes reducciones en el crecimiento de la demanda de energía en los países en desarrollo. Ahora, una nueva investigación de la IIASA proporciona por primera vez una base para responder a esta pregunta, incluidas las herramientas necesarias para relacionar las necesidades básicas directamente con el uso de recursos. Se estima la energía necesaria para llevar una vida decente por parte de la población en India, Brasil y Sudáfrica.
Dos objetivos fundamentales actuales de la humanidad son la erradicación de la pobreza y la reducción del cambio climático, por lo que es fundamental saber que representa alcanzar estos objetivos y qué esfuerzos tendremos que realizar. El nuevo estudio, publicado en la revista científica “Nature Energy”, intenta averiguar si satisfacer las necesidades humanas más básicas de todos es realmente un impedimento para estabilizar el cambio climático.
Los escenarios globales de mitigación climática indican que complir con los Acuerdos de París probablemente requerirá cambios rápidos y realmente transformadores en el suministro de energía, el uso de la tierra y las emisiones potencialmente negativas, entre muchos otros cambios. Estos nuevos escenarios también suponen que la demanda de energía tenga crecer más lentamente que el crecimiento económicos. Sin embargo, las implicaciones de las reducciones drásticas en el crecimiento de la demanda de energía para los países en desarrollo ha recibido una atención limitada. La promulgación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) ha acelerado los esfuerzos para erradicar la pobreza y mejorar los niveles de vida básicos. Su impacto en la demanda de energía es un vínculo crítico, pero poco entendido, con el desafío climático. El estudio pretende llenar este vacío calculando de abajo hacia arriba la demanda de energía requerida para cumplir con los estándares de vida digna en tres países.
“Una preocupación de la gente es que el desarrollo económico y la mitigación del cambio climático no sean compatibles; que el crecimiento requerido para sacar a miles de millones de personas de la pobreza haría imposible reducir las emisiones netas a cero, lo cual es un requisito para la estabilización climática. Sin embargo, hasta ahora, la comunidad científica no tenía forma de separar las necesidades energéticas para erradicar la pobreza con el crecimiento general de la demanda de los países. Sin esto, se ignora por tanto las grandes desigualdades y los patrones de consumo insostenible en los países en desarrollo”, explica la autora principal del estudio, Narasimha Rao, investigadora en IIASA Energy Program, que también forma parte de la facultad de la Escuela de Silvicultura y Estudios Ambientales de la Universidad de Yale.
Los investigadores eligieron tres países en desarrollo, Brasil, India y Sudáfrica, y para cada país se preguntaron qué requisitos materiales son necesarios para cubrir las necesidades básicas humanas; y cómo los recursos energéticos necesarios para satisfacer estas necesidades varían en diferentes contextos (por ejemplo, clima o cultura) dentro de cada país. Para hacer esto, desarrollaron una nueva forma de derivar la demanda de energía de los servicios básicos desligada del crecimiento económico, de modo que la energía para la erradicación de la pobreza pudiera separarse de la generación de riqueza.
Los resultados muestran que las necesidades energéticas para proporcionar niveles de vida dignos de todos los habitantes en los países elegidos están muy por debajo de su consumo de energía nacional actual, y también muy por debajo del uso de energía global per cápita promedio. La energía para proporcionar una buena salud y educación es mucho menor que la necesaria para mantener las infraestructuras físicas, transporte y edificios. Sin embargo, estas necesidades energéticas pueden reducirse aún más si los países proporcionan un amplio transporte público asequible y utilizan materiales locales en la construcción de edificios.
“No esperábamos que las necesidades energéticas para una vida mínimamente decente fueran tan modestas, incluso para países como la India, donde existen grandes brechas. También supuso una sorpresa agradable que las necesidades humanas más esenciales relacionadas con la salud, la nutrición y la educación, son baratas en términos energéticos. En el camino, también descubrimos que medir la pobreza en términos de estas privaciones de materiales supera con creces la definición de pobreza de ingresos del Banco Mundial”, explica Rao.
Los resultados indican que la generación de riqueza, más que las necesidades básicas, impulsan la demanda de energía, y que la mayor parte del crecimiento energético en el futuro en estos países probablemente servirá a las clases medias y altas, incluso si los gobiernos priorizan la erradicación de la pobreza. Esto sugiere que se debe prestar mucha atención a los estilos de vida y cómo evolucionan en los países en desarrollo. Los investigadores enfatizan además que los países en desarrollo tienen diferentes necesidades de recursos para cumplir con los mismos objetivos de desarrollo humano. Brasil, por ejemplo, tiene una intensidad energética de movilidad comparablemente alta debido a la alta dependencia de los automóviles. Debido a estas diferencias, los países en desarrollo enfrentarán diferentes costes y desafíos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al elevar la calidad de vida de los ciudadanos por encima de un estándar básico. Las futuras promesas del Acuerdo de París deberán considerar estas diferencias para garantizar que los países perciban sus esfuerzos como comparables y justos.
“Erradicar la pobreza no tiene por qué obstaculizar la estabilización del clima a niveles seguros. Nuestro estudio sugiere que debemos medir el progreso social en términos de estas múltiples dimensiones, no solo los ingresos, y también debemos prestar atención a la distribución del crecimiento en los países en desarrollo. Los encargados de realizar políticas deben prestar especial atención a la inversión en transporte público, edificios ecológicos y locales, y alentar dietas y sistemas alimentarios sostenibles. Los países deberían hacer un balance y aumentar al ambición en sus promesas”, concluye Rao.