De las antorchas del medievo a iluminar con árboles fosforescentes y hormigón que brilla en la oscuridad, Daryl Mersom describe la trayectoria de la luz en el ámbito urbano y pregunta cómo puede abordarse el problema de la contaminación lumínica en la era moderna. Este articulo publicado por The Guardian refleja este pensamiento.
Foto de portada: Plaza de los Museos en Amsterdam, Países Bajos en que el artista Daan Roosegaarde presenta las ‘inundaciones’ de luz Waterlicht,. Fotografía: Rex / Shutterstock
La demanda cada vez mayor en las ciudades de iluminación las 24 horas está sacudiendo a los residentes urbanos con dos formas distintas de contaminación. Las soluciones de iluminación actuales dependen de grandes cantidades de energía, por supuesto, mucha de la cual aún no se genera a partir de recursos renovables. Según la Agencia Internacional de Energía, la iluminación representa casi el 20% del consumo mundial de electricidad – y por lo tanto un alto nivel de emisiones de carbono.
Pero también hay un reconocimiento creciente de que la luz en si misma constituye una forma de contaminación – y cada vez hay mas evidencias de que nuestra exposición a la iluminación urbana en momentos no naturales nos está haciendo daño. Hay informes que muestran que el resplandor de Los Ángeles es visible para los aviones a 200 millas de distancia, mientras que en Reykjavik, la contaminación lumínica está oscureciendo las luces de la Aurora Boreal.
Con nuestras tecnologías de iluminación actuales puestas en tela de juicio, seria el momento de considerar las numerosas soluciones de iluminación alternativa que se están lanzando. De hecho, 2015 fue declarado Año Internacional de la Luz y las tecnologías basadas en la luz, en reconocimiento del papel fundamental que la fotónica (la ciencia de las partículas de luz) tiene ahora en nuestras vidas y comunicaciones urbanas.
Algunos de los planes más interesantes para hacer frente al doble problema de la contaminación lumínica urbana incluyen experimentos con árboles fosforescentes, algas emisoras de luz, hormigón que brilla en la oscuridad y programación de la iluminación basada en big data.
El resplandor de Los Ángeles es visible para los aviones a 200 millas de distancia. Fotografía: Alamy
Según el artista y diseñador holandés Daan Roosegaarde, debemos pasar a un nuevo mundo de iluminación verde. Después de trazar la historia de la iluminación urbana de la vela inocua y personal a las bombillas y el aumento de la demanda de energía, Roosegaarde dice que el siguiente paso es para nosotros explorar la bioluminiscencia.
Un proyecto de Studio Roosegaarde implica la utilización de las propiedades luminiscentes de bacterias marinas en plantas pequeñas. A pesar de que la tecnología está protegida con patentes y está aún en desarrollo, Roosegaarde imagina que podría ser ampliada para proporcionar árboles que ofrezcan alternativas biológicas a los postes de luz. «Sí estamos cambiando las cosas», dice Roosegaarde, «pero de una manera que estamos ya realizando en una escala masiva. No hay que tener miedo – seamos curiosos «.
En Glasgow, la iluminación responde a nuestras interacciones con la ciudad, a medida que producimos datos basados en nuestros patrones de movimiento
Otra trayectoria tentadora por su «proyecto de naturaleza que brilla intensamente» implica algas emisoras de luz. «Las algas son hermosas. Al mover la mano a través del agua, comienzan a iluminarse. Se vuelve muy sensible, muy interactivo y eso es algo que estamos impulsando. No se trata de alambres de cobre y cables; es un ser vivo, y lo puedes sentir». Aunque la interfaz está todavía en desarrollo, Roosegaarde sugiere que las algas podrían utilizarse en postes de luz como una forma de iluminar nuestras calles.
En respuesta a la influencia potencialmente perjudicial de estas nuevas tecnologías en el ecosistema, admite, «hay escenarios George Orwell en los dañamos por completo los sistemas existentes». Es imposible predecir cómo las nuevas tecnologías afectarán al ecosistema, y pueden afectar a algunas especies, causando daños irreversibles. Sin embargo, sostiene que «también hay escenarios Leonardo da Vinci», donde descubrimos maneras más seguras de iluminar nuestras ciudades.
Una solución creativa de Roosegaarde para los carriles bicicleta sin luz en la ciudad holandesa de Nuenen implica el uso de miles de piedras centelleantes para crear una ruta iluminada. El camino Van Gogh, nombrado por el artista que vivió en la ciudad en 1883, combina lo tradicional con lo contemporáneo en un gesto que apunta tanto a una vuelta atrás hacia la pintura La noche Estrellada, como hacia adelante hacia un futuro innovador de la iluminación urbana.
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