Ante la multitud de opciones con las que se encuentra el consumidor a la hora de sustituir las bombillas de su hogar, diversas iniciativas de la mano de los representantes sectoriales pretenden ayudar en la toma de una decisión que en la actualidad puede llegar a suponer un consumo de electricidad de hasta un 80% menos y una duración de hasta 50.000 horas en el hogar. Así desde SmartLIGHTING siempre buscamos artículos que puedan resultar de interés a todos nuestros lectores incluidos los consumidores finales. Por ello a continuación reproducimos este articulo esclarecedor realizado por el periodista Thiago Ferrer Morini de El País y publicada en dicho medio en el marco del Día Mundial del Medio Ambiente. Se incluye en él la aportación de expertos de la talla de Alfredo Bergés, director general de la Asociación Española de Fabricantes de Iluminación (Anfalum), y a Carlos Sierra, responsable del laboratorio de Luminotecnia de la Universidad Politécnica de Catalunya y vicepresidente de la Asociación Profesional de Diseñadores de Iluminación.
Siete preguntas que hacerse a la hora de comprar bombillas
¿Fluorescente o LED? Los dos principales tipos de lámparas de bajo consumo disponibles hoy en el mercado se diferencian porque mientras que los primeros funcionan al pasar electricidad por un gas luminiscente, los segundos son materiales semiconductores (diodos) sólidos que se iluminan al paso de la energía. Esta característica de los LED los hace emitir menos calor y consumir menos electricidad. Además, un estudio del departamento estadounidense de Energía afirma que el proceso de fabricación de los LED tiene un menor impacto ambiental que el de los fluorescentes, que contienen mercurio, un elemento tóxico. Los LED lo tienen todo… menos el precio: siguen siendo más caros que los fluorescentes. “Pero en los seis o siete años que tiene la tecnología el precio ha bajado un 40%”, señala Alfredo Bergés, director general de Anfalum. “El precio ha caído de forma drástica y no me cabe duda de que seguirá cayendo”.
¿Qué es eso de los lúmenes? El principal cambio a la hora de comprar es la medida de la intensidad (más exactamente, el flujo de luz). Las bombillas incandescentes se compraban por su potencia en vatios, las de bajo consumo se venden con su flujo de luz etiquetado en lúmenes. “Los lúmenes representan la cantidad de luz que se puede lanzar a la superficie de trabajo”, indica Berges. El rango va desde alrededor de 450 lúmenes (el equivalente a una antigua bombilla de 40 vatios) hasta los 1.600 (los antiguos 100 vatios). Pero el flujo de luz no lo es todo. La eficiencia energética es fundamental. “La tecnología avanza de forma que las bombillas emiten cada vez más luz usando cada vez menos potencia”, comenta Bergés. La ya clásica etiqueta energética es la guía del consumidor a la hora de buscar bombillas eficientes.
¿Y la temperatura de color? Las bombillas de bajo consumo, a pesar de todas sus ventajas, en muchos casos aún nos resultan extrañas a la vista comparadas con las incandescentes. “Su tonalidad no coincide con las que estamos acostumbrados”, apunta Carlos Sierra, responsable del laboratorio de Luminotecnia de la Universidad Politécnica de Catalunya y vicepresidente de la Asociación Profesional de Diseñadores de Iluminación. Lo primero a tener en cuenta es que el color de las bombillas varía. “Hay colores en el espectro más cálidos, como los rojos o naranjas, y más fríos, como los azules y violetas”. Esa temperatura de color se mide en grados kelvin, pero la relación es inversamente proporcional: cuanto mayor la cifra, más fría es la luz. Por ejemplo: una vela, que tiene una luz muy amarilla, tiene alrededor de 2.000 grados kelvin, mientras que la luz de un día nublado es de 8.000 grados. La luz neutra oscila entre los 3.500 y los 5.000 grados.
¿No cambian los colores con las nuevas bombillas? Sí. Otro factor a tener en cuenta es el índice de reproducción cromática (IRC). “Indica la fidelidad con la que una fuente de luz reproduce los colores”, señala Sierra. Las bombillas de bajo consumo, explica, son menos precisas que las viejas bombillas. “Las luces incandescentes tienen una resistencia que emite calor y luz en todas las longitudes de onda. Pero las de bajo consumo emiten bandas determinadas del espectro”. El IRC que va de cero a 100: cuanto más cercano a 100, más fiel a los colores originales es la luz.
¿Afecta mi elección a mi calidad de vida? Por supuesto. Elegir la luz adecuada no solo forma parte de la decoración de la vivienda, sino que tiene efectos sobre nuestra salud y nuestro bienestar personal. “La luz nos condiciona la vida”, señala Berges. Todos estos factores de potencia y color son relevantes a la hora de comprar. Las luces poco potentes y cálidas son mejores para habitaciones más usadas para el descanso o el esparcimiento, como salones o dormitorios. “Relacionamos la luz cálida a poca luz”, apunta Sierra. “Si queremos una cena íntima, usamos velas, que es la luz más cálida que hay. No se nos ocurre un fluorescente”. Mientras, en espacios como la cocina o el baño, una luz neutra y potente encaja mejor. “La subjetividad que transmite la podemos asociar a un ambiente más limpio”, indica. Pero no es una norma general. “Por ejemplo, en la cocina vienen bien luces de acento, más cálidas, que resalten los colores de la comida a la hora de cocinar”, apunta Berges.
¿Cómo combina con la decoración de mi casa? La elección no solo depende del uso que le vayamos a dar al espacio, sino también a la forma en la que lo decoramos. Si tenemos un salón decorado con maderas claras y blancos, una bombilla cálida tendrá un efecto contraproducente, y al revés. “Con una bombilla de tonalidad cálida, los colores que percibiremos mejor son los que son más cálidos”, considera Sierra. “Si instalamos una bombilla fría, lo que hacemos es matar ese color”.
¿Las bombillas son productos desechables? No. Mientras una bombilla incandescente duraba alrededor de 1.000 horas, una LED puede durar hasta 20.000. Y, por sus métodos de fabricación, no es un producto que se pueda tirar simplemente a la papelera. “Hay que pensar en el medio plazo a la hora de comprar”, señala Bergés. “No solo hay que considerar el precio; también hay que ver la trazabilidad y la garantía del suministrador. Hay en el mercado productos baratos que no se sabe de dónde vienen y el daño que su fabricación puede hacer al medio ambiente”. Algunas empresas tienen sus propios programas de reciclado. “Lo que queremos garantizar ante los consumidores y la Administración es que no haya productos bastardos”.