Unos 50 millones de personas sufren demencia en todo el mundo, una cifra que se triplicará en las próximas décadas. Hablamos, por tanto, de uno de los problemas de salud pública más importantes que existen en la actualidad. El diagnóstico temprano, la adecuada valoración, el tratamiento apropiado y la asignación de recursos son los elementos clave para abordarla de una manera integral.
Ese tratamiento de los síntomas asociados a la demencia incluye terapias farmacológicas y no farmacológicas. En el ámbito clínico, es habitual recurrir a los medicamentos, pero muestran una eficacia modesta y efectos secundarios significativos.
Por eso, numerosas guías y expertos recomiendan las intervenciones que prescindan de los fármacos para combatir los síntomas psicológicos (agitación, irritabilidad, trastornos del sueño, ansiedad, etc.) como primera estrategia de acción. La excepción es que hayan fracasado previamente, no sean viables o exista un riesgo sustancial de daño para el paciente o para otros. Dentro de esas actuaciones no farmacológicas se incluye la luminoterapia.
Fácilmente aplicable en el día a día
La luminoterapia consiste en exponer al paciente a determinados niveles de luz en condiciones controladas. Puede administrarse de diferentes formas, aprovechando la luz solar exterior o mediante dispositivos artificiales como lámparas específicas o luces de techo.
En todo caso, esa luz tiene que penetrar en los ojos para ser eficaz. No es obligatorio mirarla directamente, así que el usuario puede realizar otras actividades mientras recibe la estimulación en su campo visual, como ver la televisión, comer o charlar. Esto la convierte en una intervención fácilmente aplicable en el día a día.
Numerosas investigaciones proporcionan evidencias sobre las consecuencias positivas a corto y largo plazo de la luminoterapia sobre los síntomas asociados a la demencia, especialmente con relación al estado de ánimo y alteraciones de la conducta y el sueño. Pero ¿por qué surte efecto?
Objetivo: normalizar el ritmo circadiano
El ciclo luz-oscuridad funciona como un sincronizador ambiental de los ritmos circadianos: sueño-vigilia, temperatura, frecuencia respiratoria y cardíaca, etc. Como estas pautas están controladas por determinadas regiones cerebrales (principalmente por el núcleo supraquiasmático del hipotálamo), los cambios degenerativos sufridos por las personas con demencia son la base biológica de alteraciones circadianas. Estas se asocian al deterioro cognitivo y a los trastornos del estado de ánimo, la conducta y el sueño.
Por tanto, el objetivo de la luminoterapia se basa en incrementar la exposición lumínica a fin de establecer un ritmo circadiano adecuado y revertir parcialmente los síntomas que se producen cuando este se desacompasa.
Pasando a la práctica
Nuestro grupo de investigación ha llevado a cabo un estudio en un complejo gerontológico especializado en demencia. Los participantes recibieron sesiones de luminoterapia de 30 minutos por la mañana, cinco días a la semana (de lunes a viernes) durante cuatro semanas.
Este tratamiento se llevó a cabo en una sala habilitada especialmente para el desarrollo de la intervención. Utilizamos lámparas específicas a las que se ajustaba su intensidad mediante mediciones de la luz con un luxómetro.
En cada una de las sesiones se registraron –durante la terapia, inmediatamente antes e inmediatamente después– los cambios de comportamiento, estado de ánimo y ciertos parámetros fisiológicos (frecuencia cardíaca y saturación de oxígeno en sangre).
Los resultados demuestran los efectos positivos de la exposición a la luz sobre el humor de los pacientes, su nivel de alerta y los citados parámetros fisiológicos.
Ventajas de la luminoterapia
A modo de conclusión, es importante resaltar lo fácil que resulta implantar esta intervención en la rutina diaria de instituciones de atención a personas con demencia, si valoramos tanto aspectos económicos como logísticos.
Asimismo, debido a que no es necesaria una interacción activa para obtener beneficios de la luminoterapia, resulta especialmente adecuada para aquellas personas en etapas avanzadas de demencia. En su caso, otro tipo de tratamientos son difíciles o imposibles de llevar a cabo.
Nuria Cibeira González, Técnico de apoyo a la investigación. Neuropsicóloga, Universidade da Coruña; Ana Belén Maseda Rodríguez, Profesor Contratado Doctor (área Medicina), Universidade da Coruña; José Carlos Millán Calenti, Catedrático de Medicina. Perfil Gerontología y Geriatría., Universidade da Coruña y Laura Lorenzo López, Profesora Contratada Doctora en la Facultad de Ciencias de la Salud, Universidade da Coruña
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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